Vivir la solidaridad.

 1) Para saber

En su mensaje de Cuaresma, el Papa Francisco nos invita a meditar en tres pasajes de la Sagrada Escritura. En esta ocasión nos detendremos en el primero de ellos, en el que San Pablo nos dice: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26).

En la Iglesia hemos de ser solidarios, estar unidos de tal forma que, como San Pablo, las penas ajenas las consideremos propias y, por ello, tratemos de remediarlas.

Pero como nadie da lo que no tiene, es preciso que el cristiano –señala el Papa– permita que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Y así como Cristo, vivir para los demás.

2) Para pensar

La liturgia del Jueves Santo incluye el rito del lavatorio de los pies. El Evangelio nos relata en esa escena que Pedro no quería que Jesús le lavase los pies. Sólo después entendió que Jesús, además de darnos ejemplo de cómo debemos servir los unos a los otros, quiso mostrarnos que este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él; pero, ¿cómo nos dejamos servir por Cristo?

El Papa afirma que esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los Sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En Él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

3) Para vivir

Cuentan que en clase de catecismo estaba la catequista enseñando a ser solidarios y a vivir la caridad con los demás. En eso, la catequista le preguntó a la niña Juanita: “Si tuvieras cinco pasteles, ¿los compartirías con tus amiguitas?” Juanita contestó: “Sí, claro”. Y volvió a preguntarle. “¿Y si tuvieras mucho dinero, lo compartirías con los pobres?” “Sí, claro”, volvió a responder. Por último le preguntó, “y si tuvieras cinco dulces ¿los compartirías?” Entonces Juanita contestó: “No, esos no”. La maestra, confundida, le preguntó: “¿Y por qué los pasteles y el dinero sí y los dulces no?” Juanita contestó: “Es que no tengo pasteles ni dinero, pero dulces sí que tengo”.

Nos podemos engañar imaginando que somos generosos y solidarios, pero realmente no lo vivimos cuando hace falta.

El Papa nos recuerda que la Iglesia, con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio, nos ofrece el camino de la caridad para que rompamos esa cerrazón mortal de la indiferencia. Y es que la Iglesia es “comunión”, es una unidad en donde compartimos. Especialmente compartimos el amor de Dios y la ayuda que podamos. Siempre podremos hacer algo por los demás, incluso por los que están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar, porque por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

Esta Cuaresma podemos vivirla con nuestras oraciones y ayuda al prójimo.

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