Una afirmación que no resiste prueba en contrario es la que sostiene que la mayoría de los problemas que padece nuestra sociedad tienen su origen en el hecho de que el pueblo carece de educación.
La educación no consiste en acumular conocimientos, eso sería instrucción.
La educación consiste en formar de modo integral al educando haciendo que éste, después de distinguir entre lo bueno y lo malo, tenga la suficiente fuerza de voluntad para elegir siempre lo bueno.
La verdadera educación no se reduce a frías normas de urbanidad que hacen que seamos aceptados en sociedad.
La auténtica educación es la religiosa y de manera muy especial la católica la cual –según adelante explicaremos- trae una serie de ventajas que no ofrece algún otro tipo de educación como pudiera serlo la que dan una serie de preceptos que se reducen a frías normas de cortesía.
La educación católica –por ser la más completa- ofrece las siguientes ventajas:
1) Desarrolla el entendimiento puesto que, al describir tanto las maravillas de la Creación como nuestra condición de hijos de Dios, nos eleva a un plano superior. Prueba de ello es que la Religión ha inspirado las más bellas obras de arte, como podrían serlo –valgan los ejemplos- las pinturas del Museo del Prado en Madrid o la Pinacoteca Virreinal de Tepotzotlán (México)
2) Desarrolla la razón puesto que al presentarse la Religión como ciencia suprema, al hombre se le abre la inteligencia haciéndole comprender conceptos que para la mayoría son problemas sin solución.
3) Educa la voluntad puesto que al normar la conducta según los preceptos de una moral perfecta cuyo autor es el mismo Dios, el hombre descubre sus deberes para con Dios, para consigo mismo y –muy importante- para con ese prójimo que es reflejo de Dios.
Por lo tanto, armonizando estas tres ventajas, logramos formar al hombre integral o sea aquel que todo lo entiende.
Cuando la gran mayoría de la población recibe los beneficios de la educación católica, se logra una sociedad virtuosa en la cual los hechos de maldad se dan muy de cuando en cuando.
Pruebas de sociedades virtuosas a lo largo de la Historia las encontramos tanto en el México del Virreinato como en la España que durante tres décadas tuvo el privilegio de ser dirigida por ese hombre providencial que fue el Caudillo Francisco Franco.
En ambas sociedades era muy difícil ver los crímenes horrendos que hoy se cometen, los despojos de propiedades y el embrutecimiento de la juventud causado por las drogas; ciertamente que el mal ha existido siempre pero la tragedia de nuestros días, como bien nos dice Jean Ousset, consiste en que “el mal se ha codificado” o sea que se impone por la fuerza de leyes injustas.
Y es que en aquellas sociedades donde sus miembros jamás recibieron una auténtica formación religiosa, se ve como las mentalidades se distorsionan, las voluntades se corrompen y –consecuencia natural- el hombre acaba transformado en una fiera.
Quienes han combatido la educación religiosa exponen el débil argumento de que el lugar ideal para dar este tipo de educación no debe ser otro más que el templo parroquial.
Un auténtico sofisma que no resiste el más leve análisis debido a que en los templos no se educa religiosamente sino que más bien se instruye lo cual da por resultado una deficiente instrucción religiosa. Veamos las razones:
*Los sacerdotes, cuando predican, se dirigen a un elevado número de personas siendo que el número ideal para captar conocimientos no debe ser superior a treinta.
*Los grupos suelen ser heterogéneos, razón por la cual al expositor se le dificulta exponer sus conocimientos a un mismo nivel.
*El sacerdote, al estar oficiando, no puede dialogar con los fieles y –gracias a dicho diálogo- darse cuenta de si han comprendido o no lo expuesto. Y si no puede dialogar mucho menos puede hacerlos estudiar.
Quizás podría quedar el recurso de la catequesis pero, por ser reducido el número de sacerdotes, no les alcanza el tiempo lo cual ocasiona que deleguen en catequistas que no suelen tener sólidos conocimientos religiosos; y aunque los tuvieran seguiría dándose el mismo problema: Simple instrucción religiosa pero no educación que forme en valores.
CONCLUSION: La escuela es el único lugar para educar religiosamente puesto que en el plantel se imparten conocimientos a grupos reducidos y homogéneos, a la vez que se cuenta con un maestro que procura hacerse entender, que les hace estudiar y que vela para que se practiquen una serie de virtudes.
Quien esto escribe, gracias a la generosidad de sus padres, tuvo el privilegio de haber tenido como educadores a esos magníficos religiosos que son los Hermanos de las Escuelas Cristianas, popularmente conocidos como hermanos lasallistas.
¡Qué Dios les premie todo el bien que me hicieron!
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