1) Para saber
“Podemos perdonar fácilmente a un niño que tiene miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz” (Platón). Si el hombre se cierra a la verdad, se queda en tinieblas. De ahí la importancia de estar abiertos para escuchar y discernir lo mejor. El papa Francisco ha dedicado varias de sus Audiencias, para reflexionar sobre el discernimiento.
Señala el papa que es una cuestión importante, pues tiene que ver con todos, ya que las elecciones son parte esencial de la vida: Uno elige la comida, la ropa, un curso de estudio, un trabajo, una relación… así vamos formando nuestro proyecto de vida, y concretando nuestra relación con Dios.
En el Evangelio Jesús nos habla del discernimiento con imágenes tomadas de la vida ordinaria: un pescador que selecciona los peces buenos y descarta los malos; un mercader que sabe identificar, entre muchas perlas, la de mayor valor… El discernimiento es un ejercicio en que se ponen en juego tres facultades: la inteligencia, para conocer las distintas opciones; la voluntad, para decidir libremente la que nos parezca mejor; y todo con habilidad para acertar.
2) Para pensar
En la mitología griega se creía que el destino era una fuerza cósmica que regulaba todo lo que ocurría. Esa fuerza la representaban en tres viejas hilanderas de aspecto severo llamadas Moiras, que significa “parte o porción”, para señalar la parte de vida que a cada uno le correspondía. La primera, Cloto, devanaba el hilo de la vida con un huso y una rueca; Láquesis, medía cuán largo era este hilo, y Átropos, la “inevitable” y más temida, se encargaba de cortar el hilo, decidiendo el momento y la forma en que cada quien debía morir. Las tres eran veneradas y temidas: las novias atenienses les ofrendaban un mechón de pelo el día de su matrimonio. En este tipo de pensamiento la libertad ya no tendría lugar.
Será con el cristianismo que resolvió el dilema, donde el hombre con su libertad marca su destino. Es de desear que esa voluntad se conforme a la Voluntad Divina, para conseguir su perfeccionamiento. De ahí la importancia de saber discernir utilizando bien nuestra libertad.
3) Para vivir
El discernimiento siempre es personal. Cada quien debe tomar sus propias decisiones. Aunque los adultos, de modo libre, pueden pedir consejo, la decisión final siempre será propia. Nadie puede echarle la culpa a otro por sus propias y malas decisiones. Para decidir bien, hay que saber discernir.
No es difícil equivocarse al decidir, pensando que algo era bueno y no lo fue. La Biblia muestra desde sus primeras páginas cuando el hombre no obedece a Dios, teniendo sus actos consecuencias graves para él, para los demás y para el mundo. Podía haber decidido hacer de la tierra un magnífico jardín, pero lo convirtió en un desierto de muerte.
Dios es Padre y no nos deja solos, siempre dispuesto a aconsejar y animarnos. Nunca impone su voluntad, porque quiere ser amado libremente por sus hijos y no por esclavos. El amor sólo puede vivirse en libertad. Para aprender a vivir hay que aprender a amar, y para ello es necesario discernir: el Espíritu Santo puede aconsejarnos cuando tengamos que tomar decisiones.
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