1) Para saber
“El silencio no siempre es cobardía. A veces es prudencia y otras veces inteligencia”. La prudencia va dirigida a saber cuándo hablar y cuándo es mejor guardar silencio. Pero no basta con saber que es mejor no decir algo, pues a veces “nos gana” el deseo, lo decimos sin pensar, y luego nos arrepentimos. Para ello nos ayuda la virtud de la templanza, reflexionó el Papa Francisco. Hoy en día mucha gente se jacta de decir lo que piensa, en cambio, la persona templada prefiere pensar lo que dice. No es inteligente decir lo primero que se ocurre, así sin más. Al pensar, se evita faltar a la caridad, a la verdad o a la justicia. Si se promete algo, como ya está pensado, se cumple, no fueron palabras vacías. Que tu sí, sea sí, y tu no, sea no, nos invita Jesús. Por ello la persona templada es de fiar.
La persona templada sabe pesar y dosificar bien las palabras. Piensa en lo que dice. No permite que un momento de ira arruine relaciones y amistades que luego sólo podrán reconstruirse con gran esfuerzo. Especialmente en la vida familiar, dice el Papa, donde las inhibiciones son menores, todos corremos el riesgo de no mantener bajo control las tensiones, las irritaciones, la ira. Hemos de recordar que hay un momento para hablar y otro para callar, pero ambos requieren la justa medida.
2) Para pensar
Llegó el día en que el matrimonio, formado por Leonardo y Daniela, cumplieron 75 años de casados. Al ser algo inusual, por llegar a tal edad y unidos, vinieron a entrevistarlos periodistas de varios lugares. Todos se interesaban en una sola cosa: el “secreto” de su éxito matrimonial. Fue la señora Daniela la que les contestó: “Para bailar tango se requiere de dos. Si hay alguna desavenencia o si hieren tus sentimientos, y estás que echas fuego, mejor cierra bien la boca, no digas ninguna palabra, y nunca te arrepentirás. Si tienes algo que decir, mejor díselo primero a Él, al de arriba, que siempre te escucha. Así, si no hay con quien pelear, no hay pelea”.
La Sagrada Escritura nos aconseja: “El necio muestra enseguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el insulto” (Proverbios 12, 16). Pensemos si tenemos la humildad para saber callar.
3) Para vivir
Requerimos ser como los semáforos, con sus tres colores que señalan nuestro proceder. El “rojo” para que nos detengamos. El “amarillo” para pensar. Y el “verde” para hablar. Los semáforos no están siempre en verde, ni siempre en rojo.
Aunque la persona templada sabe controlar su ira, esto no significa que siempre tenga un rostro pacífico y sonriente. De hecho, a veces es necesario indignarse, pero siempre de la manera correcta. Una palabra de reproche, o corregir, pero con comprensión, es más saludable que un silencio agrio y rencoroso, señalaba el Papa Francisco.
Así, la templanza proporciona alegría al valorar lo que más importa en la vida. No es cierto que la templanza nos vuelva grises y sin alegría. Al contrario, hace que uno disfrute mejor de los bienes de la vida: como el estar juntos en la mesa, la ternura de ciertas amistades, la confianza con las personas sabias, el asombro ante la belleza de la creación. Le podemos pedir al Señor el don de la madurez y templanza.
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