Virtudes y vicios (2). Una carrera épica

1)  Para saber

“Felices son aquellos que se atreven con coraje a defender lo que aman” (Ovidio). Esta frase del poeta romano nos afirma que la felicidad es una conquista, es consecuencia de la victoria. El Papa Francisco, a su vez, señaló en su reciente Audiencia que la vida espiritual del cristiano no es pacífica y sin desafíos, sino al contrario, exige un continuo combate para conservar la fe.

Cuando una persona es bautizada, la unción que recibe es un símbolo de que la vida es una lucha. En la antigüedad, los luchadores se ungían completamente antes de la lucha, tanto para tonificar sus músculos, como para hacer sus cuerpos escurridizos a las garras del adversario. La vida se presenta como una sucesión de pruebas y tentaciones a vencer.

2)  Para pensar

Los juegos olímpicos están llenos de historias emotivas, graciosas o tristes que no siempre son de los que ganan. Una de ellas sucedió en el Maratón de México 1968, donde se registró una carrera épica: la historia del último clasificado.

El maratón es una competencia que pone a prueba la resistencia humana, con sus más de 42 kilómetros. Se añadió que la Ciudad de México está a más de 2000 metros de altura. La situación se vio agravada con el corredor John Stephen Akhwari, de Tanzania. Era el campeón africano, que llegaba con un tiempo promedio de 2:15, con lo cual aspiraba a subir al podio. Sucedió que a mitad de la carrera, tuvo una caída dolorosa en que se dislocó la rodilla, se dañó la cabeza y los hombros. Le faltaban más de 20 km. En la prueba, 18 de los 75 titulares abandonaron la prueba por falta de oxígeno. También a Akhwari se le dificultaba respirar, pero decidió continuar. Se puso una correa en la rodilla y corrió así. Llegó un momento donde sólo podía cojear. A la meta llegaron todos los demás y se otorgaron las medallas a los ganadores. Después de más de una hora, cuando incluso ya varios espectadores se habían retirado, llegó Akhwri cojeando. Los que se quedaron lo animaron lo más fuerte que pudieron. A pesar del intenso dolor en su rodilla, Akhwari volvió a correr y cruzó la meta. Declaró su motivo: “Mi país no me envió 5000 millas para comenzar una carrera, sino para terminar la carrera”, y recordó la enseñanza de sus padres: “Si comienzas a hacer algo, termínalo. De lo contrario, nunca lo comiences”. Un ejemplo de no rendirse y luchar hasta el final.

3)  Para vivir

Los santos no son hombres que se han librado de la tentación, sino que se sabían vulnerables teniendo que luchar para rechazar las seducciones del mal. Todos tenemos tentaciones, y también tenemos que luchar para no caer en ellas. El riesgo es acostumbrarnos al mal y luego no saber distinguirlo del bien, pensando que todo está bien, que nos “autoabsolvamos” pensando que no hay nada que cambiar, dice el Papa Francisco. Ante ello viene bien pedir a Dios la gracia de conocernos bien y hacer un poco de examen de conciencia para detectar nuestros males. Isaac de Nínive decía que, en la Iglesia, el que conoce sus pecados y los llora es más grande que el que resucita a un muerto. Tengamos siempre la confianza en la misericordia infinita de Dios que nos ayuda y nos perdona todo, facilitándonos el Sacramento de la Reconciliación.

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