Virtudes y vicios (25). ¿Estoy en la verdad?

1)  Para saber

“El orgullo nos vuelve artificiales y la humildad nos hace reales”. (Thomas Merton). En efecto, como también dice Santa Teresa de Jesús, ser humildes es andar en la verdad. El soberbio, en cambio, se aleja de la realidad al pensar que es superior a lo que es en verdad. El Papa Francisco concluyó el ciclo de catequesis sobre las virtudes y vicios deteniéndose en la virtud que está en la base de la vida cristiana: la humildad.

Ella es la gran antagonista del más mortal de los vicios, es decir, la soberbia. Mientras el orgullo y la soberbia hinchan el corazón humano, haciéndonos aparentar más de lo que somos, la humildad, en cambio, devuelve todo a su justa dimensión: somos criaturas maravillosas pero limitadas, con virtudes y defectos. La Biblia nos recuerda desde el principio que somos polvo y al polvo volveremos (cfr. Gn 3,19); «humilde», de hecho, viene de humus, tierra. Sin embargo, a menudo surgen en el corazón humano delirios de omnipotencia, tan peligrosos que nos hacen mucho daño, dice el Papa.

2)  Para pensar

Standley Donen (1924-2019) fue un cineasta fundamental de la era dorada hollywoodense que hizo reír o llorar, bailar o cantar al gran público. Persona humilde y sencilla forjó una gran trayectoria. Junto con el actor Gene Kelly dirigió la clásica y memorable película “Cantando bajo la lluvia” (1952), muy recomendada para pasar un buen rato. En 1998, la Academia decidió agasajarlo con un Oscar Honorífico por toda su trayectoria. Fue otro gran director, Martin Scorsese, quien lo presentó. Recibió una gran ovación, con todo el auditorio puesto de pie. Standley aprovechó la ocasión para reflejar su estado de ánimo con la canción “Cheek to Cheek”, de la memorable película “Top Hat”, en que dio unos pasos de baile y les confesó el secreto de su éxito en la dirección: rodearse de los mejores en las otras tareas y quitarse de en medio. Palabras humildes al atribuirles sus logros a los demás.

3)  Para vivir

Aconseja el Papa Francisco que para liberarnos de la soberbia hay un medio muy eficaz: basta contemplar un cielo estrellado para redescubrir nuestra justa medida. Como dice el Salmo: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que de él te cuides?» (8, 4-5). Percibir la propia pequeñez nos pone a salvo de un vicio feo: la arrogancia. La ciencia moderna nos permite ampliar mucho más el horizonte y sentir aún más el misterio que nos rodea y nos habita.

La humildad es la puerta de entrada de todas las virtudes y ninguna lo sería realmente si faltase. La humildad es lo que nos salva del Maligno y del peligro de convertirnos en sus cómplices. Es fuente de la paz en el mundo y en la Iglesia. Donde no hay humildad hay guerra, discordia, división. La humildad es precisamente la vía, el camino hacia la salvación. Para ahondar en esta virtud, nos sugiere el Papa Francisco, contemplar a la Virgen María, modelo de humildad y pequeñez. De ella trataremos en la próxima ocasión. Concluimos con un pensamiento de San Josemaría Escrivá: “El propio conocimiento nos lleva como de la mano a la humildad” (Camino, 609).

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