El Papa, concretó su viaje al Santuario de Pompeya y a Nápoles, como fue anunciado en su oportunidad, todo el programa de esta visita se desarrolló en un solo día, el 21 de marzo. La primera escala fue el Santuario de Pompeya, dedicado a la Virgen del Rosario, y donde dirigió una oración a Nuestra Señora.
Posteriormente se dirigió a Nápoles, en donde tenía agenda de seis actividades; la primera fue un encuentro con personas de diferentes condiciones sociales, en dicho evento dialogó con diferentes personas, y respondió a una mujer filipina que los migrantes deben estar seguros de que son amados por Dios, y que todos deben cooperar para que también se sientan ciudadanos. Ante el problema del desempleo mencionó el empleo mal pagado o que no cumplen con el seguro social es una forma de esclavitud, por que se debe luchar por la dignidad.
Señaló que ninguno se encuentra a salvo de la corrupción pero quien la deja entrar en sí mediante los negocios fáciles o la explotación de otros, no es un cristiano, “hiede”. Y agregó que “la buena política es una de las manifestaciones de la caridad, del servicio y del amor”, así como que esta política se hace “entre todos”.
Después de este evento presidió la celebración de la Santa Misa y llamó a quienes cometen crímenes: “¡Déjense encontrar por la misericordia de Dios! Con la gracia de Dios, que perdona todo, es posible volver a una vida honesta. Se lo pido con las lágrimas de las madres de Nápoles mezcladas con las de María…”.
También se encontró con personas recluidas en la prisión “Giussepe Salvia” a los les recordó que “Él siempre está a nuestro lado, especialmente a la hora de la prueba, es un padre ´rico en misericordia que siempre dirige una mirada serena y benévola, nos espera siempre con los brazos abiertos”.
Agregó que: “También si en la vida nos hemos equivocado, el Señor no se cansa de señalarnos el camino del regreso y del encuentro con Él… Es una certidumbre fundamental para nosotros. ¡Nada podrá jamás separarnos del amor de Dios! Ni siquiera las rejas de una cárcel”. Recordó que sólo el pecado nos puede separar de Dios pero si lo reconocemos y confesamos con arrepentimiento ese pecado, se convierte en un lugar de encuentro con Dios porque Él es misericordia. Su Santidad, tomó el almuerzo con ellos.
Por la tarde se reunió con el clero, los religiosos y diáconos, además veneró las reliquias de San Genaro. La sangre de este santo que se resguarda en Nápoles, tiene la particularidad de que a pesar de encontrarse naturalmente coagulada, tres veces al año se vuelve líquida. Este hecho tiene lugar el primer domingo de mayo; el 19 de septiembre, fiesta de San Genaro, y el 16 de diciembre.
El Papa sostuvo un diálogo con los consagrados en el que les invitó a no perder la alegría y que a pesar de sus trabajos no dejen de dedicar un tiempo ante el Sagrario, que Jesús sea siempre el centro, que no haya habladurías.
El Santo Padre dio la bendición con la reliquia de San Genaro, que al momento de regresarla al Cardenal Sepe, Arzobispo de Nápoles, éste notó que la sangre del santo se volvía líquida, por lo que dijo: “Se ve que San Genaro ama al Papa, pues la sangre se ha licuado ya a medias”. A lo que el Papa Francisco respondió: “El Arzobispo ha dicho que la sangre se ha licuado a mitad, se ve que el santo nos quiere a mitad: debemos convertirnos más”.
La licuefacción de la sangre de San Genaro no ocurría ante el Sucesor de Pedro desde que Pío IX veneró dicha reliquia en 1848, cuando se refugió en Nápoles por una revuelta ocurrida en Roma por esas fechas.
Todavía sostuvo un encuentro con enfermos en la Basílica del Gesù Nuovo, y concluyó su itinerario con una reunión con los jóvenes, que les habló de diferentes temas entre ellos sobre el matrimonio, les recordó que las peleas se van dar pero que hagan las paces antes de que termine el día.
Así se desarrolló una maratónica jornada en Pompeya y Nápoles, esta última azotada por los frutos de la violencia pero que no pierde su alegría y renueva su esperanza con la visita del Obispo de Roma.
@yoinfluyo
comentarios@yoinfluyo.com