Se trata de su hermano Georg y de su ama de llaves, Ingrid Stampa, quien comenzó a trabajar con el cardenal Ratzinger desde 1991, año en que murió su hermana y ama de llaves, Maria Theogona.
El entonces prefecto Ratzinger conoció a Ingrid Stampa gracias al doctor Renato Buzzonetti, médico personal de Juan Pablo II. Cuando el Papa Wojtyla supo que el cardenal alemán necesitaba un ama de llaves, le pidió a su doctor de cabecera que buscara a personas de confianza, que pudieran servir en este oficio a monseñor Ratzinger.
Entonces Buzzonetti recomendó a Ingrid Stampa, alemana, profesora de violonchelo. Pero además de experta en música, es una mujer muy inteligente, y por eso rápidamente se convertiría en confidente e interlocutora intelectual del cardenal.
Tras 14 años de trabajar para el prefecto, en 2005, sin que ella lo esperara, Joseph Ratzinger se convirtió en Benedicto XVI: “Ella estaba trabajando en su computadora cuando vio la ‘fumata bianca’. Corrió a la plaza de San Pedro y trató de telefonear a un amigo para saber quién había sido elegido, pero la red de telefonía móvil se había caído. Cuando llegó a la plaza y oyó las palabras ‘Joseph cardenal Ratzinger’, se sintió sobrepasada y comenzó a llorar.
No había pensado qué podía pasar realmente” (Seewald Peter, Una vida para la Iglesia, p. 86). Lo siguiente, fue que Ingrid se reunió con Benedicto XVI, y él le pidió que siguieran trabajando juntos. Ahora Ingrid Stampa dirige uno de los departamentos de la Secretaría de Estado.
La otra persona que vivió muy de cerca la elección de Benedicto XVI fue su hermano Georg Ratzinger. Cuando Georg, sentado en un sillón, veía por televisión el cónclave y escuchaba que el nuevo Papa era nada más y nada menos que su hermano, la tristeza lo invadió, a tal grado que dijo: “¡He perdido el compañero para el atardecer de mi vida!” (cfr. Ibid, p. 45).
Y es que los hermanos Ratzinger ya tenían planeado que, después del retiro del prefecto, se irían a vivir a una casita a Baviera, donde leerían y pasarían el tiempo juntos. Ahora con la elección de Joseph como Sucesor de Pedro, Georg aspiraba a ver a su hermano cuando mucho, dos veces al año en Roma.
Georg también se mostró sorprendido por la elección de su hermano, y se le salió una momentánea protesta fraterna: “Estaba extrañado por la edad, pues tampoco es el más fuerte. ¡El corazón! No se le puede imponer una carga así a una persona” (cfr. Peter Seewald, Der deutsche papst, p. 114).
Agnes Heindl, el ama de llaves de Georg, comentó que el día de la elección, Georg estaba triste: “Nunca le he visto tan deprimido”. Como dato curioso, éste le pidió a la señora Heindl que desconectara el teléfono, y cuando es misma noche, el recién nombrado Papa intentó llamar a su hermano mayor, no pudo comunicarse con él (cfr. Peter Seewald, Una vida para la Iglesia, p. 46).
Con estas dos instantáneas, podemos observar que la sencillez y cordialidad de Joseph Ratzinger han creado un entorno familiar de afecto. A la vez, la reacción de sorpresa ante su elección nos revela que él nunca creó, en su entorno, una expectativa de ser papable. Benedicto XVI, un hombre de gran corazón, un obispo humilde, comenzaba así su Pontificado.
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