Esta historia comenzó en 1969, cuando el obispo francés Marcel Lefebvre fundó la Fraternidad sacerdotal San Pío X. Se trata de una asociación tradicionalista de sacerdotes que pone en duda que sea obligatorio aceptar algunos puntos del Concilio Vaticano II, especialmente la reforma litúrgica y el ecumenismo (cfr. Rome Reports, 6.X.2011).
La relación entre esa Fraternidad y la Santa Sede siempre fue tensa. Pero empeoró cuando en 1988, monseñor Lefebvre ordenó a cuatro obispos sin el permiso pontificio, lo cual es castigado con excomunión “latae sententia” (por el hecho mismo de cometer ese delito). Y así se produjo un cisma, pues los nuevos obispos ya no estaban en comunión con el Papa.
De inmediato, Juan Pablo II designó al cardenal Joseph Ratzinger para dialogar con monseñor Lefebvre, pero no se logró devolverlo a la unidad. Después, el Papa polaco creó la Comisión “Eclesia Dei” para dialogar con esta Fraternidad cismática, y algunos de ellos volvieron a la unidad con el Romano Pontífice.
Desde su elección en 2005, Benedicto XVI ha tenido, como un tema importante de su Pontificado, facilitar la vuelta de los lefebvrianos. Con tal de lograr esta unidad, el Santo Padre ha tenido muchos gestos de complacencia con ellos, los cuales, en la mayoría de los casos, no han sido devueltos por los lefebvrianos (cfr. Pablo Blanco, El Papa alemán, p. 457).
En 2007, se reanudaron las conversaciones entre la Comisión “Eclesia Dei” y los lefebvrianos, y se elaboró un documento conjunto para establecer las condiciones, bajo las cuales la Fraternidad volvería a ser aceptada en la Iglesia, y que ponía el 30 de junio de 2008 como límite para que los lefebvrianos dieran su respuesta… la cual nunca llegó.
Benedicto XVI buscó tener un gesto más de amabilidad y levantó la excomunión de aquellos cuatro obispos, el 21 de enero de 2009. Pero ese mismo día, la televisión sueca transmitió por primera vez una entrevista con Richard Williamson, filmada en diciembre de 2008, en la que este obispo lefebvriano minimizaba el Holocausto (cfr. Peter Seewald, La luz del mundo, p. 135 nota 1). La reacción de la prensa fue inmediata. Y el Gran Rabinato de Israel rompió relaciones con el Vaticano; aunque esta tensión se arreglaría con el viaje del Papa a Tierra Santa en mayo de ese año.
Respecto a las declaraciones negacionistas o reduccionistas de la Shoah, por parte de Williamson, el Vaticano emitió un comunicado que las calificaba como “absolutamente inaceptables y firmemente rechazadas por el Santo Padre”, y aclaraba que eran “desconocidas por el Papa en el momento de la remisión de la excomunión” (cfr. El Papa alemán, p. 459).
A pesar de las continuas negativas de la Fraternidad San Pío X, el Santo Padre sigue buscando la unidad, y les ha ofrecido generosamente volver a la Iglesia católica si aceptan una lista de puntos doctrinales. Su futuro dependerá de si ellos lo aceptan o no.
Este cisma nos ha permitido observar la profunda caridad pastoral de Benedicto XVI, pues el Papa ha buscado este diálogo pensando siempre en el bien espiritual –en la vuelta a Casa– de las más de 500 mil personas que, de buena voluntad, pertenecen a este movimiento.
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