En 1962, nuestro teólogo trabajaba como consultor del cardenal Joseph Frings, licenciado por el Instituto Bíblico de Roma y experto en Sagradas Escrituras. Se habían conocido en la Universidad de Bamberg, cuando Ratzinger fue invitado a pronunciar una conferencia sobre la teología del Concilio y Frings acudió a escucharla; tiempo después decidió nombrarlo su consultor.
El cardenal Frings fue llamado para colaborar en los trabajos del Concilio, y llevó a Ratzinger como uno de sus asesores. Pero la intención del prelado era que Joseph no fuera sólo su consejero teológico, sino que se involucrara más en el Concilio. Según recuerda el profesor Ratzinger, fue entonces cuando el cardenal “consiguió también que al final de la primera sesión yo recibiese el nombramiento oficial como teólogo del Concilio (Perito)” (“Mi vida”, p. 98). Pronto la participación del joven asesor cobrará importancia.
En 1963, fallece Juan XXIII. Y Giovanni Battista Montini es elegido Papa, con el nombre de Pablo VI. El nuevo Papa decide dar continuidad al enorme proyecto que su antecesor había comenzado. En palabras de Pablo Blanco, “si el Papa Juan había empezado el concilio, Montini fue –antes y después de su elección como papa– el ‘arquitecto’ de este mismo” (“El Papa alemán”, p. 168).
El 29 de septiembre de ese mismo año, comenzó el segundo período de sesiones conciliares. Joseph Ratzinger tiene una relevante aportación como consejero y redactó un importante discurso pronunciado por el cardenal Frings, en el que se cuestionaba si los procedimientos utilizados por el Santo Oficio para revisar las obras sospechosas de algunos teólogos eran los adecuados para los tiempos modernos.
El 14 de septiembre de 1964 comenzó el tercer periodo del Concilio, que empezaba a alargarse. De nuevo, Ratzinger fue nombrado perito del Concilio, por Pablo VI. Un tema importante tratado en esta tercera etapa, fue la relación de los católicos con los judíos y musulmanes. La colaboración del teólogo alemán fue de gran ayuda para la redacción de la declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas.
En 1965 comenzó, el último periodo conciliar. Uno de los temas más importantes de esta etapa fue el de la libertad religiosa. Sobre esto, el joven perito dirá que la redefinición de este concepto, basado ahora en la dignidad humana y en el respeto a la libertad de las conciencias, fue tan importante que puso fin a la Edad Media, cuyo paradigma se apoyaba en el hecho de creer en la verdadera religión. Finalmente, el Concilio concluyó el día 8 de diciembre de ese año.
Se puede decir que la activa e influyente participación de Joseph Ratzinger en los trabajos del Concilio no sólo aportó una gran vitalidad en la presentación de la perenne doctrina católica, sino que marcó la vida intelectual y pastoral del futuro Papa, que desde su ordenación como obispo de Múnich-Frisinga ha tenido como objetivo la comprensión y la recta aplicación de los documentos conciliares.
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