El lema hecho vida de Benedicto XVI

Me ha sorprendido la cantidad de comentarios negativos y críticos difundidos en algunos medios de comunicación en contra de Benedicto XVI y la Iglesia católica en general, a raíz de que ha anunciado su renuncia al Pontificado a partir del próximo día 28 de febrero.

Quienes pretenden juzgar a la Iglesia y al Romano Pontífice bajo una óptica política, meramente terrenal, dentro de unas coordenadas socioeconómicas, equivocan completamente sus juicios.

Me parece que hay que comenzar por los fundamentos básicos: la Iglesia ha sido instituida por Jesucristo y su carácter es eminentemente sobrenatural, esto es: predicar el Evangelio, impartir los Sacramentos al pueblo fiel y gobernarla con la finalidad de procurar la salvación de todas las almas.

Cuando el cardenal Joseph Ratzinger fue nombrado obispo, en su escudo episcopal, quiso poner como lema unas significativas palabras del Apóstol San Juan: “Cooperador de la verdad”. Y este hombre de Dios siempre ha sido coherente en buscar apasionadamente la verdad y “no tener miedo al qué dirán”. Porque lo que le importa es el juicio de Dios y no de los hombres.

Cuando fue electo Romano Pontífice algunos medios comentaron que era “frío, duro, inflexible e incapaz de hacer contacto con la gente”, en comparación con su antecesor, el beato Juan Pablo II.

En su visita a nuestro país, observamos lo contrario: un hombre que emanaba santidad de vida, afable, cordial, amable, cariñoso y completamente entregado a su labor como pastor supremo de la Iglesia.

Tuvo importantes encuentros con intelectuales ateos y agnósticos y a todos asombró su capacidad de diálogo, de apertura de mente, de reconocer los puntos acertados de las personalidades con quienes conversaba y cambiaba impresiones, sin dejar por eso de dejar en claro la verdad.

El periodista alemán, Peter Seewald, quien se había alejado de la fe y simpatizaba con el Comunismo, reconoce que en las largas entrevistas que sostuvo con el cardenal Raztinger, las cuales se cristalizaron en tres excelentes libros: “La sal de la tierra”, “Dios y el mundo” y “Luz del mundo”, confiesa que –al principio- sus preguntas iban dirigidas a aclarar sus dudas de fe personales.

Se encontró con un cardenal sereno, equilibrado, que le fue contestando a cada uno de sus cuestionamientos con un rigor lógico impecable. En síntesis, confiesa este periodista alemán que, después de aclarar todas sus incertidumbres, no le quedó más remedio que retornar al catolicismo porque se dio cuenta que estaba en la presencia, no sólo de un hombre sabio, que le respondía con la fuerza de la verdad sino que se percató que hacía vida propia todo lo que exponía sobre su trato con Jesucristo, la práctica de los sacramentos, su vida de oración, su amor a la Eucaristía, sus reflexiones sobre la fraternidad, la paz del mundo, la ecología y muchos temas de actualidad.

Por otra parte, considero que fue un Romano Pontífice excepcionalmente valiente al enfrentar temas delicados como los casos de sacerdotes pederastas. Recuerdo cómo a los obispos de Irlanda les dijo con claridad que quienes habían cometido esos hechos aberrantes eran unos delincuentes y había que animarles a que se entregaran a las autoridades civiles, en caso de que tuvieran que purgar alguna condena, y en el terreno eclesiástico, reconsiderar si ese clérigo tenía condiciones o no de seguir siendo sacerdote en activo.

Cada vez que llegaba la noticia de casos similares en otras naciones del orbe, el Papa no dudaba en afirmar: “hay que agotar la verdad y proceder en consecuencia”. A un Superior de una conocida congregación religiosa le solicitó que no apareciera más en público y se recluyera a hacer penitencia y oración.

Lo mismo les ha pedido, por ejemplo, algunos cardenales, a otros obispos y sacerdotes. También ha puesto orden en los seminarios y noviciados. En una carta les pidió a los rectores que subieran el nivel de exigencia en la selección de candidatos al sacerdocio. Les enfatizó que si algunos presentaban tendencias homosexuales no podrían ser idóneos para ejercer el ministerio sacerdotal, recordando que cada sacerdote es “Otro Cristo” y que de ellos se espera especial santidad de vida.

En otro orden de temas, como un Pastor realmente paternal recibió en la Iglesia a los grupos anglicanos (obispos, sacerdotes y laicos) y les proporcionó una situación jurídica definitiva, el “Ordinariato Personal” y les permitió que siguieran con su propia Liturgia pero subrayando que la idea central era que fueran fieles y obedientes al Vicario de Cristo en Roma.

Otro tanto ha ocurrido con los lefebvristas –que desde hace años se habían separado de la Iglesia- y a quienes les propuso reintegrarse a la Iglesia bajo la figura jurídica de “Prelatura personal”.

Ha tenido acercamientos con las Comunidades Judías, Musulmanas, Budistas, los Patriarcas Ortodoxos, etcétera, en un diálogo ecuménico con las religiones, asunto que había anunciado desde el inicio de su Pontificado.

Sus tres encíclicas han sido verdaderas obras magistrales. En la última aporta –entre otras cosas- soluciones concretas para resolver la crisis económica mundial cuyas raíces arrancan desde el replanteamiento de la ética personal, luego la empresarial y finalmente de la entera sociedad.

En los diferentes foros en donde se ha presentado o países que ha visitado ha dicho siempre la verdad, sin dejar ninguna duda, por ejemplo: hay que respetar la vida de los no nacidos; el matrimonio homosexual va contra la naturaleza humana ya que el verdadero matrimonio es la unión de un hombre con una mujer en orden a la procreación, para perpetuar la especie humana y fundar una familia. También ha sido muy claro en afirmar que la eutanasia atenta contra la dignidad humana y es un homicidio.

Capítulo aparte merece su profundo análisis del materialismo hedonista, con su relativismo, su búsqueda compulsiva del placer por el placer, con su evasión a través de las drogas y el abuso del alcohol, la tendencia a adquirir bienes materiales en forma desmedida, como si allí se encontrara la felicidad… Y esto se lo ha dicho a Presidentes de diversas repúblicas, a legisladores, a funcionarios públicos, a intelectuales, a millares de jóvenes reunidos en las Jornadas Mundiales de la Juventud…

Este año nos ha convocado a revitalizar nuestra fe –en “El Año de la Fe”- y a recristianizar la sociedad partiendo de la conversión personal; en las familias cuidando con esmero la educación de los hijos en la fe y fortalecer los valores perennes de nuestra civilización. Su anhelo es que los cristianos seamos cada vez más consecuentes con lo que creemos y acerquemos a Dios a quienes tratamos en medio de nuestra familia, del trabajo, en las relaciones de amistad, en los medios de comunicación, en la convivencia entre las naciones, etcétera para ir logrando paulatinamente la labor de la Nueva Evangelización en el mundo.

“A casi ocho años de distancia, el balance de su Pontificado ha sido sorprendente en logros y resultados, no obstante su avanzada edad y múltiples enfermedades.”

El Papa Benedicto XVI, de acuerdo al Código de Derecho Canónico, ha tomado una decisión consciente y libre de renunciar como Sucesor de Pedro y afirma que –después de su renuncia- continuará rezando por toda la Iglesia.

Me impresiona su humildad y santidad de vida. Pero al mismo tiempo considero, que aunque no hubiera sido electo Papa, hubiera pasado a la historia de la humanidad como uno de los grandes intelectuales y pensadores de nuestro tiempo por sus numerosos libros publicados, cientos de ensayos, conferencias y sus valiosas aportaciones a la cultura contemporánea.

Nos toca a los fieles continuar rezando ahora por este extraordinario Papa, y también, en la nueva etapa de su vida, y agradecerle su entrega generosa y ejemplar en su ministerio petrino.

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