¡Conquistamos al Santo Padre!

“Ahora puedo entender por qué Juan Pablo II decía: ‘me siento el Papa Mexicano’”, dijo Benedicto XVI al salir, fuera de programa, a despedirse de los fieles congregados ante el Colegio Miraflores, donde se hospedó en León, la noche del domingo, el día más pesado de su visita, y el ingenio mexicano de inmediato improvisó una porra: “Benedicto, hermano, ya eres mexicano”.

“He hecho muchos viajes, pero nunca había sido recibido con tanto entusiasmo. Puedo decir que México va a permanecer siempre en mi corazón”, y de plano se echó a la bolsa a la gente: “Benedicto te amamos, por eso no nos vamos”, clamó la multitud incansable, pese a haberlo esperado buena parte del día.

Desde su llagada el viernes, el Papa sintió el caluroso afecto de los mexicanos, y más en la misa del Parque Bicentenario de Silao, ante 650 mil personas, políticos, funcionarios, sacerdotes, obispos, arzobispos, y cardenales, de toda América y los de México.

El presidente Calderón le había dicho, en la recepción oficial que México vive horas aciagas y “la violencia despiadada y descarnada de los delincuentes”; el sucesor de Pedro pidió a México continúe  “avanzando sin desfallecer en la  construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia”.

Pidió a México que deje de amedrentarse por las fuerzas del mal, para que transite por los caminos de la paz.

En medio de expresiones inefables de cariño de la gente que se agolpaba en León, Silao y Guanajuato y en las carreteras para ver y aclamar al Romano Pontífice, se reunió con los dirigentes del Consejo Episcopal de América Latina (Celam) en la restaurada catedral de León, donde les ordenó cuidar con esmero la formación de los sacerdotes y dar una atención cada vez más especial a los laicos.

Porque “no es justo que se sientan tratados como quienes apenas cuentan en la Iglesia, no obstante la ilusión que ponen en trabajar en ella según su propia vocación y el gran sacrificio que a veces les supone esta dedicación”.

El mensaje fundamental de la visita papal lo dio el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano: La Iglesia propugna que el derecho fundamental de la libertad religiosa “se afiance más, conscientes de que va más allá de la libertad de culto”, dijo ahora que el Congreso mexicano discute una reforma constitucional en la materia.

Es derecho básico del hombre -recalcó la segunda autoridad del catolicismo- “la libertad del hombre en profesar las propias convicciones religiosas, tanto en privado como en público, lo cual ha de ser reconocido y garantizado por el ordenamiento jurídico”.

Después de tres días de estancia en México, el Santo Padre voló a Cuba, de cuyo régimen comunista había dicho -en el avión que lo trajo de Roma a Silao- que “ya no funciona”.

Sabido es que los candidatos presidenciales fueron invitados y asistieron a la misa papal. Vázquez Mota saludó al presidente Calderón y fue saludada sorpresivamente por Peña Nieto. López Obrador sintió de momento una mano en el hombro, era del ex presidente Fox, con quien se saludó, pues -explicó- “no podía dejarle la mano extendida”.

En cambio el perredista Guadalupe Acosta Naranjo dejó con la mano extendida al presidente Calderón, tras saludar al Papa y frente a él, como ningún otro personaje lo hizo, según lo mostraron de inmediato videos difundidos en las redes sociales.

Acosta, quien asistió a la misa como líder de la Cámara de Diputados le hizo flaco honor a su investidura de presidente del Congreso, e inventó, como hacen  los perredistas, la excusa de que le habían indicado que lo hiciera por protocolo.

En cambio no tuvo empacho en viajar en el avión residencial a Silao y, mucho menos, en ir a Los Pinos el año pasado a pedirle a Calderón su apoyo para que el PAN lo postulara candidato a gobernar su natal Nayarit, tras violar el acuerdo con su compañera de partido, diputada Martha García de Echavarría, con quien se comprometió a respetar una consulta popular pare ver quien tenía más simpatías de los nayaritas.

Perdió, y de todos modos se lanzó de candidato por el PRD, pues es uno de los Chuchos mayores, y corroboró el doblez con que ellos proceden.

Igual que Andrés Manuel, que un día antes de la misa había dicho, en entrevista del periódico El País de Madrid: “Estoy extendiendo mi mano franca a todos. No odio, no soy un hombre de resentimientos. Perdono a todos, lo perdono a él (al presidente Calderón) en particular, a todos. No quiero venganza, busco justicia”.

¿De qué perdona el Peje? ¿De que perdió la elección en 2006? Más bien debería preguntar a los mexicanos si le perdonamos su grito de fraude electoral, el autollamarse presidente legítimo, el plantón Zócalo-Reforma y todo el veneno y odio que regó por toda la República en estos cinco años.

Más ponto se arrepintió de su actitud de perdonavidas, pues cuando le preguntaron, al final de la misa papal sobre ese perdón que anunció en El País, sólo dijo: “Vámonos”, y así predica reconciliación entre los mexicanos y pregona que es un hombre distinto al de hace seis años.

Alguien dijo en broma, que de nada le sirvió a López Obrador el saludo de Fox. Lo que pasa es que, una vez más, derribó él mismo su mendaz república amorosa con ese “Vámonos” indignado, que fue un desmentido a su prometido perdón.

Ya dice un proverbio chino: “Es fácil cambia el curso de los ríos y las montañas, pero qué difícil es cambiar la naturaleza de un hombre”.

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