A lo largo de este Pontificado hemos documentado cómo Joseph Ratzinger es agredido continuamente por ciertos medios de comunicación. Los ataques se basan en algunos juicios a priori —prejuicios— de los cuales hay dos muy recurrentes: el primero dice que como es alemán, es un hombre frío y duro; el segundo consiste en interpretar el papel del Papa desde una óptica política y no religiosa.
Sin embargo, la llegada del Pontífice a nuestra patria y los pocos eventos públicos que tuvo nos mostraron lo contrario. Hemos visto que Joseph Ratzinger es un Papa muy humano, y que su mensaje es verdaderamente religioso, no político.
El corazón del Papa alemán nos mostró sus sentimientos durante la ceremonia de bienvenida. Tuvo un discurso lleno de afecto hacia nuestro pueblo, en el que manifestó que se sentía “muy feliz de estar aquí”, y que daba gracias a Dios “por haberme permitido realizar el deseo, guardado en mi corazón desde hace mucho tiempo” de viajar a nuestro país (Discurso, 23.III.2012).
También el Santo Padre dijo: “Ya sé que estoy en un país orgulloso de su hospitalidad y deseoso de que nadie se sienta extraño en su tierra. Lo sé, lo sabía ya, pero ahora lo veo y lo siento muy dentro del corazón”.
Además, vimos con cuánto afecto saludó y abrazó a niños y enfermos. Durante el recorrido del Papamóvil, no dejó de saludar y bendecir a los fieles que esperaron durante horas solamente para verlo pasar.
También fuimos testigos que el Papa abordó los temas sociales más complicados desde una óptica meramente religiosa. Los temas del narcotráfico y la violencia, junto con la reciente discusión en las cámaras legislativas sobre el Estado laico, han dado pie a que algunos comentaristas políticos se hayan adelantado a exigir que el Santo Padre no se meta en la política mexicana.
Pero el Romano Pontífice no lo hizo. En su discurso de llegada, Benedicto XVI se expresó en términos meramente religiosos: “Vengo —afirmó— como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida” (ibid.).
Y sólo desde esa óptica espiritual abordó aquellos grandes problemas sociales, pues pidió a los católicos que su vida de fe y esperanza los lleve a “ser fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar” (ibid.).
También espiritual fue el tono de la visita, según lo anunció el mismo Benedicto XVI, al manifestar que en estos días rezaría “especialmente por quienes más lo precisan, particularmente por los que sufren a causa de antiguas y nuevas rivalidades, resentimientos y formas de violencia” (ibid.).
Qué importante era que el Papa visitara México, porque al verlo directamente, al ser testigos minuto a minuto de su estancia gracias a los medios electrónicos, hemos podido descubrir al verdadero Papa Ratzinger: un hombre que expresa sus sentimientos, que se emociona con el cariño de la gente; un Pastor que aborda los grandes problemas sociales desde el Evangelio.
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