El domingo 11 de septiembre, el Cardenal Norberto Rivera Carrera celebró la Santa Misa en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, en la que se leyó el pasaje del Evangelio que se compone de tres parábolas de la Misericordia: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo.
El Frente Orgullo Nacional MX, integrado por colectivos LGBTTTI, convocó a una movilización partiendo de la Plaza Tlaxcoaque a las 10 de la mañana para dirigirse a la Catedral y arribar en el horario de la celebración presidida por el Arzobispo Norberto Rivera.
Con la procesión de inicio comenzó la Eucaristía; el Cardenal Rivera saludó a una gran cantidad de personas a ambos lados del pasillo por donde avanzó y daba la bendición a los fieles, incluso llegó hasta un pequeño barandal que divide las secciones del Templo entre los visitantes y quienes se encuentran participando en la Misa.
Las lecturas de la liturgia del domingo 24º ordinario trataban de la rebelión de Israel al hacerse becerro de oro y adorarlo como dios; se escuchó asimismo el Salmo 50, el salmo penitencial por excelencia, así como la Carta de San Pablo a Timoteo en la que dice: “Podéis fiaros y aceptar sin reserva de lo que os digo: que Cristo Jesús vino a salvar a los pecadores, y soy el primero”. El Evangelio fue de San Lucas y se proclamaron las parábolas de la Misericordia.
En su mensaje, el Cardenal dijo que Jesús penetra en lo más profundo de la realidad humana y muestra el actuar misericordioso de Dios en nuestra vida; y subrayó que “cualquiera que haya sido nuestra historia, cualquiera que haya sido nuestra situación, Dios nos está esperando, Dios es misericordioso con cada uno de nosotros”. El corazón de las parábolas es la alegría de Dios ante la conversión, se alegra cuando nos dejamos encontrar.
También señaló la actitud del hermano mayor que no quería aceptar al hermano menor que había vuelto, y señaló que los que nunca sienten arrepentimiento de nada, son quizás los que están en peor situación, como le pasaba a algunos escribas y fariseos. El mayor, porque estaba perdido en su orgullo, le faltaba lo más importante que puede tener un hijo, un hermano.
Señaló que ser insensible ante los valores eternos, ante la ley de Dios, no es un adelanto moderno, sino una falla terrible que nos puede llevar a mayores tragedias. Y al contrario de la cerrazón, Jesús nos lanza a los brazos amorosos de Dios.
Y llamó a rehacer el tejido social, rescatando el sentido de culpa, el arrepentimiento y la conversión. Señaló además que hay quienes ciertamente no hacen grandes males, pero tampoco hacen el bien al prójimo; y dijo que “los santos no son cosa del pasado”, y dedicó parte de su homilía a la obra de la nueva santa, la Madre Teresa de Calcuta, que con su trabajo cuestionó al mundo, y su labor resulta atrayente para muchos, mostrándonos el camino de amor a Dios y de amor al prójimo.
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