En la Virgen de Guadalupe se armonizan todos los pueblos, indicó Monseñor Eduardo Chávez, Canónigo de la Basílica de Guadalupe, durante la presentación del libro de su autoría, “Pascua Florida, Clave de la Inculturación de Santa María de Guadalupe. Panquetzaliztli.”
Durante su intervención señaló que las mismas dudas que tuvieron los españoles con relación a Santa María de Guadalupe, confirman que no proviene de Extemadura, España, e indicó que está comprobado que ella tomó ese nombre desde el principio.
Lo anterior, junto con todas las características indígenas que les son propias, como por ejemplo hablar en diminutivo, se insertan en una armonía con otros pueblos, toda vez que ella misma es judía, y su nombre es más bien propio del mundo árabe, así que no sólo es la unión de lo indígena y lo europeo, sino que va más allá, es para todos los pueblos. Y quien ayudó a comprender esta perfecta inculturación fue un polaco, el Papa San Juan Pablo II.
Respecto a la fiesta indígena del Panquetzaliztli, en solsticio de invierno, en la que el sol ha de vencer a las tinieblas, el autor señaló que los indígenas realizaban las “cuaresmas”, es decir, un periodo de penitencia de 80 días para que por medio de sus sacrificios el sol pudiera resurgir. Dichas penitencias consistían en comer solo tortillas, sal y agua, así como perforarse diversas parte del cuerpo con espinas y recolectar la sangre.
Al término de este periodo se realizaba la fiesta en la que se preparaban una masa con amaranto, y los sacerdotes las repartían al pueblo, según informaciones de los misioneros de la época, a manera de comunión. Algunos rasgos religiosos indígenas son tan similares al catolicismos, que algunos han pensado que Santo Tomás apóstol, realizó alguna incursión en América.
Un aspecto de la fiesta era el encendido del fuego nuevo, y el autor cuestionó a los presentes sobre en qué fiesta cristiana se enciende el fuego, a lo que respondieron que en la Pascua. Se mencionó por cierto que se hacía un sacrifico humano, y el autor aclaró esto no se puede avalar, no obstante lo que se observa son las “semillas del Verbo.”
María de Guadalupe nos trae a su Hijo, el verdaderísmo Dios por quien se vive, justamente en el solsticio de invierno, el 12 de diciembre, llamando la atención sobre que no es la sangre del pueblo la que es necesaria, sino que su Hijo, es el que da la vida, que estamos llamados no para la muerte sino para la vida.
También se señaló que fue Jesús quien nos dio su Madre, en la Cruz por medio del apóstol Juan, y ella no pronunció palabra alguna al respecto, pero en las apariciones a San Juan Diego sí verbalizó, ¿qué no estoy yo aquí que tengo el honor de ser tu madre? Así Jesús nos da a su Madre para que Ella nos dé a su Hijo, y el centro sigue siendo Jesús.
El autor del libro fue el postulador de la Causa de Canonización del San Juan Diego y es Director del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.
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