Para poner la misión al alcance de todos, yo los invito a salir al encuentro de la propia familia; abriendo sus casas a los demás miembros de la familia, abriendo sus casas a propios y extraños, en la Iglesia no hay extraños; abriendo sus hogares para compartir el pan y la sal con los vecinos y compañeros de trabajo, orando por los ausentes y bendiciendo a todos.
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La unidad familiar tan deseada, no es un objetivo fácil; pero su Creador nos ofrece las ayudas necesarias.
Si Cristo es nuestro rey, no deberíamos tener problema para regalarle una hora de nuestra semana para asistir a Misa.
La vida es un tesoro, sin ella simplemente no seríamos. Sin embargo, es una realidad que entraña gran valor y no se limita a un modo de ser.
La oración es ese diálogo amoroso que tenemos con Dios que puede ser por medio de fórmulas ya establecidas o con una sencilla conversación a lo largo de nuestros días.
Sigue la voz del Buen Pastor que siempre cuida de ti. Vuelve al rebaño y encuentra paz y propósito.
