Trump, entre el miedo y el enojo

Lo impensable sucedió, y quien era considerado el peor de los candidatos es ahora, contra todo pronóstico, Presidente electo de Estados Unidos. Las encuestas lo ubicaban en segundo lugar, y la victoria –se aseguraba– era para la candidata demócrata, Hillary Clinton, aunque por escaso margen, apretado, pero al final asumiría como la primera mujer en gobernar ese país. Ahora, a hacerle frente a esta realidad.

Trump no es un hombre político. Usó el miedo y el enojo, el resentimiento de millones de estadounidenses, víctimas del capitalismo salvaje, pero una cosa es la campaña y otra la realidad sobre la que deberá gobernar.

Trump es un hombre de negocios; no tiene una ideología de gobierno coherente, pero se valió de los arrebatos del ultranacionalismo y del proteccionismo que parecían superados en el proceso de globalización. Lo que le valió el triunfo al republicano fue la marginación y el diseño de políticas que desampararon a las mayorías blancas, que parecen haberle otorgado el voto cómodo y relativamente amplio, confirmando la vigencia de las viejas ideas de la potencia americana.

Ahora la incertidumbre parece ensombrecer el futuro económico de México que sufrió, en las primeras horas del triunfo de Trump, la depreciación del peso y el clima pesimista por el futuro de millones de migrantes, las relaciones bilaterales y la renegociación o cancelación del Tratado de Libre Comercio que desmantelaría una de las mayores alianzas comerciales del orbe. Si bien las autoridades financieras de México, el Banco Central y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se afianzan en la presunta estabilidad macroeconómica, la realidad nos asesta el duro golpe del trago amargo para darnos cuenta de lo profundamente dependientes que somos de Estados Unidos.

Durante la campaña de Trump, los mexicanos fuimos testigos de una cruzada en los medios de comunicación, con tinte apocalíptico, pero la realidad política hará ver que muchas de las iniciativas en contra del pueblo mexicano simplemente son irrealizables, ya sea la deportación de todos los inmigrantes indocumentados, e incluso la construcción del muro. Por ello, México debe mostrar capacidad e inteligencia en lugar de unirse a la vorágine de horror y pesimismo. Se trata de un Presidente, en un país democrático que tiene contrapesos efectivos, no de un emperador o un dictador.

Es cierto que durante la campaña de Trump las autoridades diplomáticas de nuestro país se mostraron tibias y pasivas ante las ofensas y amenazas del empresario; también es cierto que la visita de Trump en septiembre pasado tuvo consecuencias negativas; sin embargo, el gobierno de México le debe dar la vuelta a esos vergonzosos episodios y serenarse para iniciar, ahora sí, una política exterior seria que vele con firmeza por nuestro país y los derechos de los migrantes mexicanos.

Finalmente, no cabe duda que muchos católicos apoyaron a Trump para frenar las políticas criminales del aborto y la dictadura de la ideología de género promovidas por el partido demócrata e impulsadas con fuerza por Barack Obama, y que Hillary Clinton buscaba continuar aún con mayor ímpetu, argumentando que los bebés en el vientre no tienen derechos, defendiendo la práctica del aborto incluso horas antes del nacimiento, y aumentando la asistencia económica de los criminales centros abortistas en Estados Unidos y en otros países del mundo, mientras que el republicano se manifestó abiertamente provida. Esto, sin duda, constituye una advertencia más para nuestros políticos mexicanos.

@voxfides

comentarios@yoinfluyo.com


 

Artículos Relacionados