En la Antigua Basílica de Guadalupe, recinto que el 5 de mayo del 2000 se convirtió en el Templo Expiatorio de Cristo Rey por decreto del Cardenal Norberto Rivera Carrera, se elaboró un proyecto para que sea un lugar de veneración para los santos mártires mexicanos que dieron su vida durante la persecución religiosa emprendida en el gobierno de Plutarco Elías Calles. Como resultado de este proyecto –en el que colaboraron ex alumnos de la Escuela Cristóbal Colón egresados hace 50 años, encabezados por su entonces Director, el Hno. Lasallista Manuel Arróyave Ramírez–, el pasado 30 de noviembre fue colocado en el recinto una pintura monumental de estos mártires de Cristo Rey, un extraordinario logro del que habla para Desde la fe el Ing. José Gómez Villaseñor, principal impulsor de los trabajos, para quien el proceso estuvo lleno de “diosidencias”.
Gómez Villaseñor comenta que todo empezó hace poco más de dos años con la celebración de una Misa de acción de gracias en este recinto con motivo de los 50 años de haber egresado. “En esa ocasión observé que estaban ahí las imágenes de grandes santos, como san Juan Pablo II, san Juan XXIII, la Madre Teresa de Calcuta, el Padre Pío, San Charbel; y entonces me pregunté por qué en el Templo Expiatorio a Cristo Rey no se veneraba a nuestros santos mexicanos, pues por un lado es un recinto emblemático para nosotros, y por otro, Cristo Rey fue la inspiración de los mártires que murieron en la persecución religiosa. Pensé que ahí debían estar dichos mártires canonizados en el año 2000 por san Juan Pablo II, quienes llevaban la cruz de Cristo en el pecho, y ante las adversidades pronunciaban el heroico grito de ‘¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!’, como queda de manifiesto en una carta escrita el 10 de febrero de 1928, en la que se lee: ‘Cristo vive, Cristo Reyna, Cristo impera, viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe. José Sánchez del Río (‘Joselito’) que murió en defensa de su fe’”.
Esta fue la razón por la que el Ing. Gómez Villaseñor buscó en agosto de 2015 al Cardenal Norberto Rivera Carrera a fin de exponerle su inquietud de que fuera colocada una pintura de los 25 mártires, que, desde luego, no incluía a “Joselito”, pues para esa fecha ni siquiera había el decreto para su canonización; el Arzobispo de México le dio su consentimiento. “Echamos a andar el proyecto. Me comuniqué a Guadalajara, con el Padre José Gálvez Amezcua, pariente de un servidor, quien conocía a fondo el proceso de estos mártires. Ahí hay una primera ‘diosidencia’: el sacerdote tenía una pintura que había mandado hacer años atrás con un gran pintor llamado Francisco Godínez. Después me comuniqué con el Dr. Jorge Zepeda Gálvez, quien tomó fotos del lienzo, mismo que tenía en el centro sólo un espacio en color ocre; al frente, y en forma de escultura, estaba san Cristóbal Magallanes, cabeza de este grupo de 25 santos. En la parte superior estaban representados sólo Dios Padre y el Espíritu Santo.
Gómez Villaseñor explica que estableció contacto con el pintor y se pusieron de acuerdo para que volviera a sensibilizar el área del centro a fin de pintar en ese gran espacio color ocre, al Padre Cristóbal Magallanes, a la Virgen de Guadalupe, y a Cristo Rey, el inspirador de esos santos. “Cuando Francisco Godínez trabajaba en esto, el Papa Francisco firmó el decreto para la canonización de ‘Joselito’. Entonces acordamos que también fuera agregado en el lienzo. El pintor me confesó que le había costado mucho trabajo el acomodo de las nuevas imágenes, pero en el momento en que se le pidió que ‘Joselito’ fuera agregado, le llegó la inspiración y comenzó a pintar de manera muy fluida. Es por eso y otros hechos que afirmo que todo el proyecto estuvo lleno de ‘diosidencias’”.
Comenta que además se mandó hacer un precioso relicario de madera que se colocará al pie del cuadro, que contiene las reliquias de primer grado de la mayoría de los mártires; “tanto el Padre Luis Pérez Raygoza como el Padre José Gálvez Amezcua, ayudaron para obtenerlas”.
“Cuando iniciamos este proyecto, no se había nombrado al encargado del Templo Expiatorio de Cristo Rey; poco después fue nombrado Capellán el Padre Adrián Huerta Mora, quien nos brindó todo su apoyo. Cuando el proyecto se complicaba, de repente iban saliendo luces y se resolvían favorablemente los problemas; se me pone la piel chinita sólo de pensar que un servidor y todos los colaboradores fuimos instrumento de estos santos mártires, que no pedían un reconocimiento para ellos, sino dar testimonio de fe para los mexicanos. Y aquí retomo una frase de san Gregorio I, que dice: “La muerte de los mártires florece la fe de los que viven”.
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