“Vengo a que tomen posesión de mí”: nuevo Arzobispo de Yucatán

En el Centro de Convenciones Siglo XXI, abarrotado por miles de fieles de Yucatán, Nuevo Laredo y Monterrey, inauguró su servicio como nuevo Arzobispo de Yucatán, Monseñor Gustavo Rodríguez Vega, quien, citando las palabras de un hermano en el episcopado, dijo: “Vengo a que tomen posesión de mí”. Así manifestó su disposición de darse por entero al clero, a la vida consagrada, a los seminaristas, a los fieles laicos y a toda la gente, especialmente a la más necesitada, para ser presencia y prolongación de Jesús, que se presentó así: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres”.

Al comienzo de la celebración, el ahora Arzobispo Emérito de Yucatán, Mons. Emilio Berlie Belauzarán, dio la bienvenida a su sucesor y agradeció la presencia del Cardenal William Joseph Levada, Prefecto Emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe; del Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México; de Monseñor Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en México, así como de los arzobispos y obispos venidos de distintas arquidiócesis y diócesis de la República Mexicana.

En su mensaje, expresó su gratitud para con Dios y para con todos los fieles de la Arquidiócesis por los 20 años en los que pudo servirles como su Arzobispo. También pidió perdón por los errores y omisiones, y compartió el amor a la Iglesia que todos los bautizados debemos tener, porque en ella, Cuerpo de Cristo, somos hijos de Dios.

Por su parte, en la homilía, el Nuncio Apostólico dijo que “en la historia de la salvación aparece claro que Dios ha querido salvar a los hombres con la colaboración libre, consciente y decidida de otros hombres”.

Comentando el pasaje de la pesca milagrosa, Monseñor Pierre destacó: “Pedro decide echar las redes apoyándose sólo en la palabra de Jesús… la palabra es fuerza y confianza para realizar una pesca extraordinaria, al final la palabra es unción y misión: ‘No temas; desde ahora serás pescador de hombres’… También nosotros hemos sido ungidos por la Palabra y el Espíritu Santo. Pero, ¡cuánto necesitamos que la gracia de esa unción sea hoy en nosotros renovada!… Necesitamos de actitudes ungidas que comuniquen gozo y alegría a este mundo”.

“Para la Arquidiócesis de Yucatán -dijo-, la designación de un nuevo Arzobispo a unos meses de que inicie el Año Jubilar de la Misericordia, constituye un especial don del Señor y también una consigna a proyectarse hacia el futuro, a mirar, desde la experiencia de la Misericordia y con ojos de misericordia, el amplio horizonte de nuestro momento histórico, y a remar mar adentro confiando en la Palabra; remar mar adentro en y desde la conciencia de que Jesús, ‘rostro de la misericordia del Padre’, está y estará siempre con y en su Iglesia”.

“¡Ánimo, pues, querido Mons. Gustavo! Que tu modelo y motor, también aquí, sea siempre Jesús, el Buen Pastor Misericordioso… El Palio de lana que el Papa Francisco te consigna, te recordará precisamente esta tu vocación a ser Buen Pastor que  toma sobre sus hombros a la oveja extraviada, enferma o débil, para guiarla, curarla y conducirla a las fuentes de agua viva; y te recordará, además, que dimensión esencial de tu ser Buen Pastor en esta iglesia metropolitana, es también el esfuerzo constante por mantener y acrecentar la comunión eficaz y fraterna de los pastores de la Provincia entre sí y de sus fieles, y de todos y de cada uno con el Sucesor de Pedro y con toda la Iglesia”.

“Ve y unge con el óleo de la ternura, de la palabra, de la vida, a todos y cada uno de tus sacerdotes, consagrados, seminaristas, niños, jóvenes y adultos, y prosigue con renovado entusiasmo y firmeza la tarea evangelizadora que tus predecesores llevaron a cabo aquí, y que hoy pone en tus manos S.E. Mons. Carlos Emilio Berlie, a quien con fraterno afecto tenemos particularmente presente en esta nuestra oración y acción de gracias”.

Finalmente, encomendó a la Virgen María que “sostenga el servicio pastoral de Mons. Gustavo, y también que obtenga para todos los sacerdotes, consagrados y laicos de esta iglesia particular una renovada gracia y fuerza del Espíritu que les ayude a vivir en fidelidad y en alegría, sin jamás renunciar a la cruz, su vocación de discípulos y misioneros en camino a la casa eterna del Padre”.

 

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