“La Iglesia ha contemplado siempre en los emigrantes la imagen de Cristo que dijo: ‘era forastero, y me hospedasteis’ (Mt 25,35)”, por lo que, para ella, “sus vicisitudes son interpelación a la fe y al amor de los creyentes”, dijo el presbítero Arturo Montelongo Mercado, secretario de la Dimensión Episcopal de Movilidad Humana (DEPMH), con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado 2015 celebrada este domingo 18 de enero.
De este modo, los fieles están llamados a sanar los males que surgen de las migraciones y a descubrir el designio que Dios realiza a través suyo, incluso si nacen de injusticias evidentes, agregó.
Explicó que las migraciones, al acercar entre sí los múltiples elementos que componen la familia humana, tienden, en efecto, a la construcción de un cuerpo social siempre más amplio y variado, casi como una prolongación de ese encuentro de pueblos y razas que, gracias al don del Espíritu en Pentecostés, se transformó en fraternidad eclesial.
Si, por un lado, los sufrimientos que acompañan las migraciones son –de hecho– la expresión de los dolores de parto de una nueva humanidad, por el otro, las desigualdades y los desequilibrios, de los que ellas son consecuencia y manifestación, muestran la laceración introducida en la familia humana por el pecado y constituyen, por tanto, un doloroso llamamiento a la verdadera fraternidad, señaló
Añadió que esta visión nos lleva a relacionar las migraciones con los eventos bíblicos que marcan las etapas del arduo camino de la humanidad hacia el nacimiento de un pueblo, por encima de discriminaciones y fronteras, depositario del don de Dios para todos los pueblos y abierto a la vocación eterna del hombre. Es decir, la fe percibe en ellas el camino de los Patriarcas que, sostenidos por la Promesa, anhelaban la Patria futura, y el de los hebreos que fueron liberados de la esclavitud con el paso del Mar Rojo, con el éxodo que da origen al Pueblo de la Alianza.
En este orden de ideas, subrayó que la DEPMH continúa su labor de acompañamiento de los hermanos migrantes, no solo como un proceso de camino que lleva a recorrer grandes distancias y enfrentar graves peligros o incluso situaciones difíciles de superar o hasta inhumanas, sino también con un acompañamiento espiritual desde la fe y en la oración con gran sentido de caridad como expresión del mismo amor de Dios para todos.
La DEPMH, como parte de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), se encarga también de tender puentes mediante la apertura, promoción y consolidación de las relaciones interinstitucionales en favor de los migrante, entre ellas, la Secretaría de Gobernación, el Instituto Nacional de Migración (INM), la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el DIF, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), entre otras.
Precisó que la finalidad de esto es brindar el apoyo necesario cuando es requerido por los mismos migrantes que se encuentran en situaciones particulares de vulnerabilidad en las que es necesario brindar protección y refugio temporal o permanente, sobre todo aquellos que en razón de su condición, requieren de un estatus migratorio diferente de acuerdo a su condición de refugiados.
Destacó en este sentido la ardua labor que los diferentes albergues, distribuidos a lo largo y ancho del territorio nacional bajo la excelente coordinación de sus directores, vienen desarrollando, muchas de las veces con grandes carencias y necesidades, así como con incomprensiones y persecuciones, tanto de directivos como de colaboradores y voluntarios.
En el día del emigrante y el refugiado, por último, el Padre Montelongo Mercado deseó que Jesús, como principal migrante, acompañe su caminar, consolide los vínculos de comunión entre ellos mismos para que se sientan muy cercanos unos de los otros y se apoyen en el mismo camino que llevan.
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