En compañía de Ordinarios de Tierra Santa y los eclesiásticos del séquito papal, el Papa Francisco celebró la Santa Misa en el Cenáculo, lugar donde Jesús celebró la Última Cena con los Apóstoles.
Luego de agradecer a los patriarcas católicos su presencia en esta peregrinación, en su homilía pronunciada este 26 de mayo, el Santo Padre destacó la importancia del Cenáculo para los cristianos, ya que éste es el “lugar donde Jesús consumó la Última Cena con los Apóstoles; donde, resucitado, se apareció en medio de ellos; donde el Espíritu Santo descendió abundantemente sobre María y los discípulos".
Señaló que aquí nació la Iglesia y nació en salida. "Desde aquí salió con el Pan partido entre las manos, las llagas de Jesús en los ojos, y el Espíritu de amor en el corazón".
El Papa refirió que el Cenáculo nos recuerda el servicio, con el lavatorio de pies que Jesús hizo a sus discípulos, y recordó el significado que esto tiene: acogerse, aceptarse, amarse y servirse mutuamente. Sin embargo, también lo relacionó con la mezquindad, la curiosidad y la traición, advirtiendo que siempre que se peca se encarnan estas actitudes y se traiciona a Jesús.
“El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el Sacrificio. En cada Celebración Eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestros dolores…, ofrecer todo en sacrificio espiritual”, subrayó.
También consideró que este simbólico lugar recuerda el ser compartidos con el prójimo, así como la fraternidad, armonía y la paz entre nosotros.
“¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al inicio es un arroyo y después se ensancha y se hace grande!… Todos los santos han bebido de aquí. El gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Santo Espíritu”, expresó.
Francisco enfatizó que, finalmente, el Cenáculo nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica constituida por Cristo Resucitado.
“Una familia que tiene una Madre, la Virgen María. Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios, de todo pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un Único Padre que está en los Cielos”, detalló.
Al concluir, el Pontífice reiteró que el Cenáculo es el punto de partida de la Iglesia, “animada por el soplo vital del Espíritu. Recogida en oración con la Madre de Jesús, revive siempre la espera de una renovada efusión del Espíritu Santo: ‘¡Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra!’ (cf. Sal 104,30)”.
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