Realizan Asamblea de la Iglesia oficialista en China

Roma (AsiaNews) – En un sofocante salón del hotel Tian Tai de Beijing, ayer se inició la Novena Asamblea de representantes católicos chinos, el organismo soberano que guía a obispos, curas y laicos. Según la Administración Estatal para Asuntos Religiosos (SARA), están presentes 365 delegados de 31 provincias y municipalidades, si bien a juzgar por la amplitud de la sala parecería que fueran muchos menos. La Asamblea (la “Gran Novena” como la definen los medios) se prolongará hasta el 30 de diciembre. Entre los invitados hay sacerdotes, hermanas, laicos, miembros del gobierno (sobre todo del Frente Unido y de la SARA) y obispos.

En la edición anterior, en diciembre de 2010, el Vaticano solicitó a los obispos “evitar hacer gestos… que contradigan la comunión con el Papa”. En efecto, dicha Asamblea ha sido juzgada como “inconciliable con la doctrina católica”, puesto que somete la autoridad de los obispos a la Asamblea y persigue el ideal de la independencia de la Iglesia (de la Santa Sede).

Esta vez, quizás en pos de la esperanza de un diálogo entre China y el Vaticano, la Santa Sede, si bien reiteró su “conocida” posición con respecto a la misma, no dio ninguna indicación a los obispos en lo que se refiere a su participación o no. En una declaración publicada hace algunos días, la Santa Sede dijo que se reserva juzgar la Asamblea en base a “hechos comprobados” y que se espera que haya “señales positivas” del gobierno. Dicha posición, que los católicos chinos han considerado demasiado vaga, ha dado luz verde para la participación de muchos obispos inescrupulosos.

Entre los obispos presentes, están Mons. Ma Yinglin de Kunming (Yunnan), presidente de la llamada Conferencia Episcopal China (que no es reconocida por la Santa Sede por carecer de obispos subterráneos); Mons. Fang Xingyao de Linyi (Shandong), vice-presidente de la Asociación patriótica; Mons. Han Yingjin de Sanyuan (Shaanxi); Mons. Dang Mingyan de Xian (Shaanxi), el recientemente ordenado Tang Yuange de Chengdu (Sichuan); Mons. Chen Gongao de Nanchong (Sichuan); Mons. Luo Xuegang de Yibin (Sichuan); Mons. Zhan Silu de Mindong (Fujian); Mons. Guo Jincai de Chengde (Hebei). Según las notas oficiales, están presentes cuando menos 59 obispos, en su mayor parte reconocidos por la Santa Sede. También hay ocho obispos ilícitos y excomulgados que, según algunos, tendrían que haber sido reconciliados antes del fin del Jubileo, pero eso no ha ocurrido. No se conocen, por el momento, los nombres de los obispos ausentes ni el motivo de su ausencia. En el año 2010, muchos obispos que no involucrarse en la Asamblea –por indicación de la Santa Sede- fueron obligados a participar en la misma mediante el uso de la fuerza.

En China, son muchos los católicos que miran este encuentro como un hecho que se da por descontado y carente de sorpresas, pero no obstante quieren ver cómo se desarrollará el cambio de la plana de líderes. En dicha Asamblea, en efecto, será elegido el nuevo presidente del Consejo de obispos y el nuevo presidente de la Asociación patriótica.

Entre los posibles candidatos al primer cargo se barajan el nombre de Mons. José Shen Bin, 46 años, obispo de Haimen (Jiangsu), o el de Mons. Juan Bautista Yang Xiaoting, 52 años, obispo de Yulin (Shaanxi).

Entre los candidatos a la presidencia de la Asociación patriótica, se menciona a Mons. José Guo Jincai, 48 años, obispo ilícito de Chengde (Hebei). En el caso de los primeros dos obispos, ambos están reconocidos por la Santa Sede; en cambio, el último es uno de los ocho obispos ilegítimos.

Por otro lado, los temas a trabajar en estos días serán la revisión de los Reglamentos sobre las actividades religiosas y las enmiendas a los estatutos de los dos grupos (obispos y Asociación patriótica).

Si bien los temas no son muy significativos, lo que reviste un significado importante es la atmósfera que reina: cada exposición de ayer ha exaltado “la independencia” de la Iglesia (de la Santa Sede); “la autonomía” (en la teología, en la gestión, en la jurisdicción), el “patriotismo” de la fe (“ai guo, ai hui”: primero amar la nación; luego amar la Iglesia) de los mantras que fueron repetidos por Ma Yinglin, por Fang Xingyao, por Wang Zuoan (director de la SARA), etc.

Otro tema es la asimilación de la enseñanza dada por el presidente Xi Jinping a las religiones en el encuentro con el Frente unido, en el cual participó en abril pasado. En éste se pide a las religiones “sinizarse” (despegándose de Occidente); “estar al servicio de las reformas y del desarrollo de la nación” y apoyar a la plana de líderes del Partido comunista chino.

En las palabras, estas frases parecerían abrir un futuro de las religiones y de la Iglesia católica al servicio del pueblo chino; en los hechos, todo resulta muy ambiguo, al punto de vislumbrar la experiencia de una Iglesia de Estado, controlada en todos sus movimientos y proyectos.

Precisamente por esto, el Card. Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong y gran paladín de la libertad religiosa, en su blog del 24 de diciembre, había dicho que el gobierno chino “quiere una sumisión incondicional” de la Iglesia, y esto lleva al hecho de que la asamblea es “la expresión más formal y explícita de la naturaleza “cismática” de esa Iglesia”.

Esta posición también ha sido voceada por la Comisión Justicia y Paz de Hong Kong que, dos días atrás, el 26 de diciembre, la ha manifestado ante la Oficina de representación de China en Hong Kong, al denunciar que la Asamblea es contraria a la doctrina católica.

Por último, ha de resaltarse también el cambio de tono en el mundo chino. En los días que siguieron a la declaración vaticana, la vocera del Ministerio de Relaciones exteriores supo tener un tono muy moderado a la hora de hablar del Vaticano y de la Iglesia católica, sin reiterar las cuestiones de la autonomía, la independencia, el auto-nombramiento de obispos o las relaciones con Taiwán. Sin embargo, ayer, el Global Times (periódico cercano al Diario del Pueblo, órgano del Partido comunista chino), afinó el discurso y, en una editorial, volvió a proponer las condiciones para un diálogo constructivo que llegue a plasmarse en relaciones diplomáticas. Los “prerrequisitos” son: “reconocer que existe una sola China” (romper relaciones con Taiwán) y “no interferir en los asuntos internos de China”, incluyendo el nombramiento de obispos.

El comentario de una católica fue: “El Vaticano quería ‘señales positivas’ y ha recibido una bofetada. La Asamblea es una alabanza a la independencia de China de la Santa Sede y el diálogo todavía sigue en su punto de partida”.

 

 

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