Este 12 de febrero el Papa Francisco hizo una escala en la Habana antes de su llegada a México, en donde fue recibido por el presidente cubano, Raúl Castro Ruz, para posteriormente dirigirse a su reunión con el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kirill (Cirilo).
Durante su encuentro discutieron sobre las relaciones mutuas entre las Iglesias, de los problemas de la sociedad y de las perspectivas del desarrollo de la civilización humana. El Santo Padre mencionó que al reunirse a distancia de las antiguas disputas del Viejo Mundo, ahora sienten la necesidad de colaboración entre los católicos y los ortodoxos porque deben estar siempre preparados para responder a cualquiera que les pida razón de la esperanza.
El Vicario de Cristo expresó que lamentaron la pérdida de la unidad, a consecuencia de la debilidad y la pecaminosidad humana, dijo que esperan que esta unión contribuya a la obtención de la unidad mandada por Dios, por la que Cristo había rezado, inspirando con ello a los cristianos de todo el mundo para invocar el nuevo fervor al Señor, orando sobre la plena unidad de todos sus Discípulos.
Hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que tomen medidas que eviten un mayor desplazamiento de cristianos de Oriente Medio, levantando la voz en defensa de los cristianos perseguidos, solidarizando también con el sufrimiento de seguidores de otras tradiciones religiosas, que se han convertido en víctimas de la guerra civil, el caos y la violencia terrorista.
Concluyó esperando que este encuentro contribuya a la reconciliación en donde hay tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos porque es necesaria una reconciliación y búsqueda de formas de convivencia aceptables, pidiendo solidaridad social y establecimiento de la paz. Ambos esperan que la división entre los creyentes ortodoxos en Ucrania sea vencida sobre la base de las normas canónicas existentes, para que vivan en paz y armonía, logrando que la hermandad cristiana sea aún más evidente.
Al despedirse de Kirill se dirigió al aeropuerto de La Habana para posteriormente llegar a la Ciudad de México en donde el pueblo mexicano lo recibió con afecto.