En medio de la celebración del Consistorio realizado un día antes, el Papa Francisco reflexionó en el Ángelus del domingo 15 de febrero sobre el papel de los cristianos con los necesitados. Hizo hincapié en el pasaje de la curación al leproso donde Jesús lo toca y lo cura.
Papa Francisco: “En estos domingos el evangelista Marcos nos habla de la acción de Jesús contra todo tipo de mal, para el beneficio de los que sufren en el cuerpo y en el espíritu: los poseídos, los enfermos, los pecadores … En el Evangelio de hoy (cf. Mc 1,40-45) esta su lucha enfrenta un caso emblemático, porque el paciente es un leproso… El leproso suplica de rodillas ante Jesús, y dice: (v. 40) Si quieres, puedes limpiarme… El corazón de Cristo manifiesta compasión paterna de Dios por aquel hombre, acercándose a él y tocándolo… y de inmediato le desapareció la lepra y quedó limpio… Así Cristo combate el mal y el sufrimiento en el mundo: haciéndose cargo y venciéndolo con la fuerza de la misericordia de Dios”.
Si se puede contagiar el mal, también se puede contagiar el bien. Si queremos ser discípulos de Jesús, estamos llamados a convertirnos –unidos a él– en instrumentos de su amor. Dejémonos contagiar por el bien y no tengamos miedo a tocar a los necesitados.
Papa Francisco.- “A nosotros, hoy, el Evangelio de la curación del leproso dice que, si queremos ser verdaderos discípulos de Jesús, estamos llamados a ser unidos a Él instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de marginación”. Si el mal es contagioso, lo es también el bien. Por lo tanto, es necesario que abunda en nosotros, cada vez más, el bien. Dejémonos contagiar por el bien y contagiémos el bien”.
También durante el rezo del Ángelus el Papa recordó que hay nuevos 20 cardenales de catorce nacionalidades distintas.
Papa Francisco.- “Saludo a todos, romanos y peregrinos; en particular, a cuantos vinieron en ocasión del Consistorio, para acompañar a los nuevos cardenales; y agradezco a los países que han querido estar en este evento con delegaciones oficiales”.
Texto completo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos dias!
En estos domingos el evangelista Marcos nos habla de la acción de Jesús contra todo tipo de mal, para el beneficio de los que sufren en el cuerpo y en el espíritu: los poseídos, los enfermos, los pecadores … Se ve como aquel que lucha y vence al mal dondequiera que lo encuentres. En el Evangelio de hoy (cf. Mc 1,40-45) esta su lucha enfrenta un caso emblemático, porque el paciente es un leproso. La lepra es una enfermedad contagiosa e implacable que desfigura la persona, y que era símbolo de impureza: el leproso tenía que estar fuera de los centros poblados e informar su presencia a los transeúntes. Era marginado por la comunidad civil y religiosa. Era como un muerto caminando.
El episodio de la curación del leproso se desenvuelve en tres cortos pasaje: la invocación del enfermo, la respuesta de Jesús, las consecuencias de la curación milagrosa. El leproso suplica de rodillas ante Jesús, “y dice:” (v. 40) Si quieres, puedes limpiarme”. A esta oración humilde y confiada, Jesús responde con una actitud profunda de su alma: la compasión, lo que significa “sufrir-con-el otro”. El corazón de Cristo manifiesta compasión paterna de Dios por aquel hombre, acercándose a él y tocándolo.
Este particular es muy importante. Jesús “extendió la mano y lo tocó … y de inmediato le desapareció la lepra y quedó limpio” (v. 41). La misericordia de Dios vence todas las barreras y la mano de Jesús toca el leproso. Él no se pone a una distancia segura y no actúa delegando, sino que se expone directamente al contagio de nuestro mal; y así nuestro propio mal se convierte en el lugar de contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros tomamos de Él su humanidad sana y cicatrizante.
Esto sucede cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos “toca” y nos dona su gracia. En este caso pensamos especialmente el Sacramento de la Reconciliación, que nos cura de la lepra del pecado.
Una vez más, el Evangelio nos muestra lo que Dios hace en frente de nuestro mal: no viene a “dar una conferencia” sobre el dolor; no viene ni siquiera a eliminar el sufrimiento y la muerte en el mundo; más bien viene para tomar sobre sí el peso de nuestra condición humana, a llevarla hasta el final, para liberarnos en modo radical y definitivo. Así Cristo combate el mal y el sufrimiento en el mundo: haciéndose cargo y venciéndolo con la fuerza de la misericordia de Dios.
A nosotros, hoy, el Evangelio de la curación del leproso dice que, si queremos ser verdaderos discípulos de Jesús, estamos llamados a ser unido a Él instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de marginación.
Para ser “imitadores de Cristo” (cf. 1 Cor 11,1) frente a un pobre o enfermo, no debemos tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con ternura y compasión. Si el mal es contagioso, lo es también el bien. Por lo tanto, es necesario que abunda en nosotros, cada vez más, el bien. Dejémonos contagiar por el bien y contagiémos el bien!
Después del rezo del Angelus
Queridos hermanos y hermanas:
Extiendo mejores deseos de serenidad y de paz a todos los hombres y mujeres en Extremo Oriente y en varias partes del mundo que se preparan para celebrar el Año Nuevo Lunar. Estas fiestas les ofrecen la feliz ocasión para redescubrir y vivir intensamente la fraternidad, que es vínculo precioso de la vida familiar y base de la vida social. Este retorno anual a las raíces de la persona y la familia pueda ayudar a estos pueblos a construir una sociedad en la cual se tejen relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad.
Saludo a todos, romanos y peregrinos; en particular, a cuantos vinieron en ocasión del Consistorio, para acompañar a los nuevos cardenales; y agradezco a los países que han querido estar en este evento con delegaciones oficiales.
Saludo a los peregrinos españoles de San Sebastián, Campo de Criptana, Orense, Pontevedra y Ferrol; estudiantes Campo Valongo y Oporto, en Portugal, y aquellos de París; el “Foro de Entidades cristianas” de Eslovaquia; los fieles de Buren (Países Bajos), los militares estadounidenses en Alemania y la comunidad de venezolanos que viven en Italia.
Saludo a los jóvenes de Busca, los fieles de Leno, Mussoi, Monteolimpino, Rivalta sul Mincio y Forette Vigasio. Hay muchos grupos de escuelas y de catequesis de muchas partes de Italia: queridos amigos, los animo a ser testigos valientes y gozosos de Jesús en la vida cotidiana.
Les deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós!
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