En el segundo domingo de Cuaresma el Papa Francisco recordó el pasaje de la Transfiguración durante el tradicional Ángelus en la Plaza de San Pedro. Recordó que Jesús toma la decisión de mostrarle a Pedro, Juan y Santiago una anticipación de su gloria. Ellos tienen miedo, pero la voz del padre les dice: “Éste es mi hijo el amado, escúchenlo”.
Papa Francisco. – La voz de orden para los discípulos y para nosotros es esta: ‘Escuchadlo’. Escuchen a Jesús. Es él el Salvador: seguidlo. Escuchar a Cristo, de hecho comporta asumir la lógica de su ministerio pascual, ponerse en camino con él, para hacer de la propia existencia un don de amor a los otros, en dócil obediencia con la voluntad de Dios, con una actitud de separación de las cosas mundanas y de libertad interior.
Jesús es el hijo que se hizo servidor para realizar a través de la cruz el proyecto de la salvación para salvarnos a todos nosotros. El Papa nos pregunta en realidad si el amor es capaz de transfigurarlo todo.
Papa Francisco.- Con Pedro, Jacobo y Juan, subimos también nosotros hoy, en el monte de la Transfiguración y nos detenemos en contemplación del rostro de Jesús, para recoger el mensaje y aplicarlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el amor. En realidad el amor es capaz de transfigurar todo, el amor transfigura todo. ¿Creemos en esto?… Pero me parece que no tanto, de lo que escucho. ¿Creen que el amor transfigura todo?
Después del Ángelus el Papa dijo seguir orando por los cristianos de Siria e Irak y también recordó lo que está sucediendo en Venezuela y se expresó por el asesinato de un joven en San Cristóbal. También exhortó rechazar la violencia, ir por el respeto a la dignidad de la persona humana y la sacralidad de la vida. Y retomó que el camino del diálogo sincero y constructivo es el que puede ayudar a resolver los problemas.
Papa Francisco.- Queridos hermanos y hermanas, lamentablemente no dejan de llegar noticias dramáticas desde Siria e Irak.. Recemos por estos hermanos y hermanas que sufren debido a su fe en Siria y en Irak… Deseo recordar también a Venezuela, que está viviendo nuevamente momentos de aguda tensión. Rezo por las víctimas, y en particular por el joven asesinado pocos días atrás en San Cristóbal. Exhorto a todos a que rechacen la violencia, al respeto de la dignidad de cada persona y de la sacralidad de la vida humana. Y animo a que retomen un camino común para el bien del país, reabriendo espacios de encuentro y de diálogo sincero y constructivo.
Texto completo:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El domingo pasado la liturgia nos ha presentado a Jesús tentado en el desierto por Satanás, y victorioso sobre la tentación. A la luz del este Evangelio, hemos tomado nuevamente conciencia de nuestra condición de pecadores, pero también de la victoria sobre el mal ofrecida a todos los que toman el camino de conversión y como Jesús, quieren hacer la voluntad del Padre.
En este segundo domingo de cuaresma, la iglesia nos indica la finalidad de este itinerario de conversión, o sea la participación a la gloria de Cristo, en quien resplandece su rostro de Siervo obediente, muerto y resucitado por nosotros.
La página evangélica nos cuenta el evento de la Transfiguración, que se coloca en el ápice del ministerio público de Jesús. Él está en camino hacia Jerusalén, donde se cumplirán las profecías del ‘Siervo de Dios’ y se consumará su sacrificio redentor. Las multitudes no entienden esto, y delante a la perspectiva de un Mesías que contradice expectativas terrenas que ellos tienen, lo han abandonado. Ellos pensaban que el Mesías habría sido un liberador del dominio de los romanos, un liberador de la patria, y esta perspectiva de Jesús no les gusta y lo dejan.
También los apóstoles no entienden las palabras con las cuales Jesús anuncia la finalidad de su misión en la pasión gloriosa, no entienden. Jesús entonces toma la decisión de mostrarle a Pedro, Santiago y Juan, una anticipación de su gloria. La que tendrá después de la Resurrección, para confirmarlo en la fe y animarlos a seguirlos en la vía de la prueba, en la vía de la cruz. Así en otro monte, inmerso en la oración, se transfigura delante de ellos: su rostro y toda su persona irradian una luz fulgurante. Los tres discípulos están asustados, mientras una nube blanca los envuelve y resuena desde lo alto –como en el bautismo en el Jordán– la voz del Padre: ‘Este es mi Hijo el amado: escuchadlo’.(Mc 9,7).
Y Jesús es el Hijo que se hizo Servidor, enviado al mundo para realizar a través de la cruz el proyecto de la salvación, para salvarnos a todos nosotros. Su plena adhesión a la voluntad del Padre, vuelve su humanidad transparente a la gloria de Dios, que es el Amor. Jesús se revela así, como la imagen perfecta del Padre, la irradiación de su gloria.
Es el cumplimiento de la revelación; por esto a su lado aparecen transfigurados Moisés y Elías, que representan la Ley de los profetas, significando que todo termina y comienza en Jesús, en su pasión y su gloria.
La voz de orden para los discípulos y para nosotros es esta: ‘Escuchadlo’. Escuchen a Jesús. Es él el Salvador: seguidlo. Escuchar a Cristo, de hecho comporta asumir la lógica de su ministerio pascual, ponerse en camino con él, para hacer de la propia existencia un don de amor a los otros, en dócil obediencia con la voluntad de Dios, con una actitud de separación de las cosas mundanas y de libertad interior. Es necesario, en otras palabras, estar prontos a ‘perder la propia vida’, donándola para que todos los hombres sean salvados, y para que nos reencontremos en la felicidad eterna. (cfr Mc 8,35)
El camino de Jesús siempre nos lleva a la felicidad. No nos olvidemos: el camino de Jesús siempre nos lleva a la felicidad, habrá en medio una cruz o las pruebas, pero al final nos lleva siempre a la felicidad. Jesús no nos engaña. Nos prometió la felicidad y nos la dará si seguimos su camino.
Con Pedro, Santiago y Juan, subimos también nosotros hoy, en el monte de la Transfiguración y nos detenemos en contemplación del rostro de Jesús, para recoger el mensaje y aplicarlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el amor.
En realidad el amor es capaz de transfigurar todo, el amor transfigura todo. ¿Creemos en esto?, ¿creemos en esto?… Pero me parece que no tanto, de lo que escucho. ¿Creen que el amor transfigura todo? ah sí, escucho. Nos sostenga en este camino la Virgen María, que ahora invocamos con la oración del ángelus.
Después del Angelus
Queridos hermanos y hermanas, lamentablemente no dejan de llegar noticias dramáticas desde Siria e Irak, relativas a violencias, secuestros de personas y abusos contra los cristianos y otros grupos. Queremos asegurar a los que son afectados por esta situación que no los olvidamos, sino que estamos cercanos a ellos y rezamos insistentemente para que lo antes posible se ponga fin a la intolerable brutalidad de la cual son víctimas.
Junto a los miembros de la Curia Romana he ofrecido con esta intención la última santa misa de los ejercicios espirituales que realicé el viernes pasado. Y al mismo tiempo pido a todos, de acuerdo a sus posibilidades, de preocuparse para aliviar los sufrimientos de los hermanos que están en la prueba, muchas veces solamente debido a la fe que profesan. Recemos por estos hermanos y hermanas que sufren debido a su fe en Siria y en Irak. Recemos en silencio.
Deseo recordar también a Venezuela, que está viviendo nuevamente momentos de aguda tensión. Rezo por las víctimas, y en particular por el joven asesinado pocos días atrás en San Cristóbal. Exhorto a todos a que rechacen la violencia, al respeto de la dignidad de cada persona y de la sacralidad de la vida humana. Y animo a que retomen un camino común para el bien del país, reabriendo espacios de encuentro y de diálogo sincero y constructivo. Confío esta querida Nación a la materna intercesión de Nuestra Señora de Coromoto.
Dirijo un cordial saludo a todos: familias, grupos parroquiales, asociaciones, peregrinos de Roma y de Italia, y de los diversos países.
Saludo a los fieles que vienen de San Francisco, California, y a los jóvenes de las parroquias de Isola di Formentera. Saludo a los grupos de Fontaneto d’Agogna y Montello; a los bomberos de Tassullo; y a los jóvenes de Zambana.
Saludo cordialmente a los seminaristas de Pavía, juntos a su rector y al padre espiritual que han apenas terminado los ejercicios espirituales y que hoy regresan a su diócesis. Pidamos por ellos y para todos los seminaristas la gracias de volverse buenos sacerdotes.
Y a todos les deseo un buen domingo. No se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!
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