Audiencia 6 de abril 2016

Reitera el Papa Francisco invitación a fieles a Confesarse

Este miércoles 6 de abril durante la audiencia, el Papa meditó sobre la misericordia de Dios hecha carne.

 

Papa Francisco.- Jesús hace visible un amor abierto a todos, nadie excluido, un amor abierto a todos, sin fronteras. Un amor puro, gratuito, absoluto. Un amor que alcanza su cúlmen en el Sacrificio de la cruz. Sí, el Evangelio es realmente el “Evangelio de la Misericordia” porque ¡Jesús es la Misericordia!

 

Continuó hablando de la labor misericordiosa de Jesús que muestra que cada acto está hecho con amor.

 

Papa Francisco.- ¡El Hijo enviado por el Padre es realmente el inicio del tiempo de la misericordia para toda la humanidad!

 

Rememoró el momento en que Jesús crucificado pide por el perdón de los pecados de la humanidad.

 

Papa Francisco.- Cada uno de nosotros debería preguntarse: ‘Si ése es un pecador, ¿y yo? Todos somos pecadores, pero todos somos perdonados: todos tenemos la responsabilidad de recibir este perdón que es la misericordia de Dios. Por tanto, no debemos temer reconocernos pecadores, confesarnos pecadores porque cada pecado ha sido llevado por el Hijo a la cruz.

 

Finalizó pidiendo a Dios la gracia de hacer experiencia del poder del Evangelio.

 

Papa Francisco.- Si acogemos el Evangelio del Crucificado Resucitado, toda nuestra vida es plasmada por la fuerza de su amor que renueva.

 

Texto completo:

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Después de reflexionar sobre la misericordia de Dios en el Antiguo Testamento, iniciamos a meditar ahora cómo el Señor la ha llevado a su plenitud. Todo el Evangelio es una muestra de ese amor puro, gratuito y absoluto que llega al culmen con el Sacrificio de la Cruz.

 

Jesús comienza su misión poniéndose en la fila de los pecadores, para recibir el bautismo de Juan, mostrándonos así su compasión, su solidaridad con la condición humana. En la Sinagoga de Nazaret afirma que todo lo que hará será cumplir este programa inicial, llevando consolación, salud y perdón a quien acudía a Él. En el Jordán, ninguno pudo entender este gesto, sólo el Padre, que declara: «Este es mi hijo, el amado, mi predilecto», ratificando con la unción del Espíritu el camino que el Señor ha tomado.

 

En la Cruz contemplamos este gran misterio de amor. En ella, el inocente muere por los culpables y, desde ella, suplica al Padre el perdón para todos, sin excluir a nadie. Por eso no debemos temer reconocernos pecadores, pues ha llevado nuestro pecado sobre su Cruz y, cuando nos confesamos arrepentidos, tenemos siempre la certeza de su perdón.

 

Saludos

 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Acerquémonos al sacramento de la reconciliación que actualiza la fuerza del perdón que nace de la cruz y renueva en nosotros la gracia de la misericordia divina, haciéndonos capaces de amar y perdonar como el Señor nos amó y nos perdonó.

 

 

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