Este 18 de febrero de 2015, el Papa Francisco presidió la Santa Misa correspondiente al Miércoles de Ceniza, que indica el inicio del tiempo litúrgico de la Cuaresma; la celebración se llevó a cabo en la Basílica de Santa Sabina, en Roma.
Previo a la Misa se realizó una Statio en la Iglesia de San Anselmo, de la cual partió una procesión hacia la Basílica de Santa Sabina, donde también se llevó a cabo la bendición e imposición de la ceniza.
En la homilía, Su Santidad recalcó la invitación que a nombre de Dios hace el profeta Joel: “Vuelvan a mí de todo corazón”, es decir, no de forma superficial sino desde el fondo, ya que el corazón es donde maduran los sentimientos y las actitudes. Pero la invitación también es para volver juntos, volver a Dios como comunidad, “reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea…”, a todos sin importar la edad.
Recordó que los sacerdotes deben de orar pero también unir a su oración las lágrimas, e invitó a pedir ese don, las lágrimas. Este llamado hace recordar sus expresiones en Filipinas ante el testimonio y pregunta de una niña, a lo que comentó el Papa que ante ciertas situaciones lo que corresponde es llorar.
Y esto está relacionado con evitar la hipocresía, como lo señala Jesús en el Evangelio de San Mateo, de no dar limosna, hacer ayuno u oración llamando la atención, para recibir un reconocimiento, sino “a confiar sólo en la recompensa del Padre <que ve lo secreto>”.
Continuó recordando que Dios “no se cansa de tener misericordia de nosotros”, y recalca la exhortación de San Pablo <déjense reconciliar con Dios>, ya que esta obra no sólo es humana, sino efecto de que Dios envió a Jesús que nos redimió ante su Padre. “<En Él> nosotros podemos volvernos justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano <el tiempo favorable>”.
“Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable… La invitación a la conversión es un impulso a regresar, como hizo el hijo de la parábola, entre los brazos de Dios, Padre tierno y misericordioso, a confiarnos de Él, y a confiarnos de Él”.
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