En un día como hoy, 28 de julio, pero del año de 1914, comenzó la Primera Guerra Mundial, conflicto bélico que a la postre terminaría más de cuatro años después, el 11 de noviembre de 1918; y con motivo de esta efemérides, el Papa Francisco lanzó ayer domingo un apremiante llamado a la paz en distintas partes del mundo, particularmente en Medio Oriente, Irak y Ucrania.
En lo que calificó como “una jornada de luto” por el recuerdo del drama de la Primera Guerra Mundial, el Santo Padre expresó su anhelo de que “no se repitan los errores del pasado, sino que se recuerden las lecciones de la historia, haciendo que prevalezcan siempre las razones de la paz, mediante un diálogo paciente y valiente”.
Tras recordar en particular el sufrimiento de los niños víctimas inocentes e indefensas de la violencia de los conflictos, el Sumo Ponfífice rogó con todo su corazón que se detengan esas tragedias.
Asimismo, renovó su exhortación a seguir rezando con él “para que el Señor conceda a las poblaciones y a las autoridades de esas áreas la sabiduría y la fuerza necesarias para llevar adelante con determinación el camino de la paz, afrontando toda contienda con la tenacidad del diálogo y de la negociación y con la fuerza de la reconciliación”.
Y así como fue de dramática la Primera Guerra Mundial, así de dramático fue el angustioso llamado del Papa Francisco:
“Hermanos y hermanas: ¡Nunca la guerra! ¡Nunca la guerra! […] ¡Deténganse por favor! ¡Se los pido con todo el corazón! ¡Es hora de detenerse! ¡Deténganse por favor!”
“¡Recordemos que todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz!”
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