De hecho, el único purpurado burkinés de la historia había sido Paul Zoungrana, padre conciliar creado cardenal por Pablo VI en el histórico Consistorio de 1965 (cuando el país todavía se llamaba Alto Volta) y que falleció en 2000.
Conoce a los próximos cardenales africanos
Jean-Pierre Kutwa nació en Blockhauss, Costa de Marfil, el 22 de diciembre de 1945. Fue ordenado sacerdote en 1971 y fue elegido por Juan Pablo II como obispo de Gagnoa en 2001. Se desempeñó como delegado de Costa de Marfil en el Sínodo de los obispos de 2005 y al año siguiente, por voluntad de Benedicto XVI sucedió al cardenal Bernard Agré como guía de la arquidiócesis de Abidjan, la capital del país.
En este ministerio tuvo que afrontar el difícil reto de un país que vivió la primera década del siglo XXI sumergido en una guerra civil. Monseñor Kutwa es un religioso que se preocupa enormemente por la dimensión del diálogo ecuménico e interreligioso, tema delicadísimo en el África actual, en donde los enfrentamientos políticos corren el peligro de asumir connotaciones confesionales. Entre las curiosidades de su biografía destaca en su currículum un título de compositor musical.
Philippe Nakellentuba Ouédraogo, arzobispo de Ouagadougou, por su parte, nació en Konéan el 25 de enero de 1945 y fue ordenado sacerdote en 1973. En 1996 Juan Pablo II lo nombró obispo de Ouahigouya, diócesis en la que impulsó con fuerza el nacimiento de dos monasterios contemplativos: el masculino de Jesús Salvador de Honda (vinculado con la espiritualidad del beato Charles de Foucauld, tan importante para el neo-cardenal) y el femenino de las clarisas de Saye.
Representan dos sedes importantes pues Ouahigouya se encuentra en el norte del país, en la frontera con Malí, en una zona de mayoría islámica. En 2010 Ouédraogo fue llamado por Benedicto XVI a la guía de la arquidiócesis de Ouagadougou, en la que destacó por sus posturas a favor de los últimos en uno de los países más pobres de África.
Como indicó la revista “Missioni Consolata”, que lo entrevistó en su número de diciembre, durante el verano del año pasado, en compañía de otros obispos de Burkina Faso, publicó una dura carta en la que denunciaba una “crisis de valores” que lleva al aumento de la pobreza y de la corrupción en la sociedad de Burkina Faso.
En particular, la Iglesia criticó fuertemente la idea del presidente Blaise Compaoré de la creación del Senado como estrategia para garantizar la posibilidad de modificar la Constitución y poder reelegirse. “En un contexto de enorme pobreza y necesidades esenciales faltantes como salud, educación, trabajo, casa, alimento, ¿qué valor añadido podría tener el Senado?”, escribieron los obispos de Burkina Faso, rechazando incluso los puestos ofrecidos para representar a las comunidades religiosas.
Con información de Vatican Insider
@yoinfluyo
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