Los marxistas, a través de la llamada Teología de la Liberación, ensamblaron marxismo y catolicismo. Ese engendro logró que varios grupos de católicos se pusieran al servicio de algunas causas políticas, convencidos que combatir junto a guerrilleros marxistas era lo que Dios quería. Así les enseñaron los sacerdotes y evangelizadores de la Teología de la Liberación a los indígenas en Chiapas que utilizó el EZLN en enero de 1994.
No queremos caer en el error de identificar la filosofía cristiana con el capitalismo o liberalismo, sino puntualizar que es la primera religión que predica la supremacía de la persona humana sobre el Estado y la libertad como un derecho natural o humano.
La filosofía cristiana desplaza al Estado como institución a la que hay que obedecer ciegamente por ser los gobernantes representantes de Dios, aunque así lo hayan predicado algunos jerarcas católicos.
El “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” es la primera manifestación de la separación entre Estado y religión. El que Cristo haya acogido a judíos, no judíos, pecadores y hasta a un recolector de impuestos entre sus seguidores (Saqueo, de donde viene la palabra saqueador), sitúa al cristianismo como una de las primeras religiones que no es racista ni clasista.
El cristianismo, como se desprende de las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, uno de los pilares de la filosofía cristiana, introduce la razón en la religión y la separa de la fe. Incluye la posibilidad de diferir sin que por ello se tenga que quemar en una hoguera a quien difiere, como lo hicieron algunos católicos en tiempos de la inquisición.
La religión católica parte del libre albedrio, que implica la libertad y responsabilidad de decidir. La filosofía cristiana, bien aplicada, es precursora de la corriente liberal rectamente entendida (no del jacobinismo), donde el Estado está al servicio del ser humano y no éste al servicio del Estado.
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Profesor de Economía Política
@yoinfluyo
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