El pasado 12 de diciembre el Papa Francisco presidió en la Basílica de San Pedro la Santa Misa con motivo de la fiesta litúrgica de la Virgen de Guadalupe, Emperatriz de las Américas, como parte de otros muchos actos que incluyeron el rezo del Santo Rosario del Amor Guadalupano y una serie de conferencias en el Vaticano.
Es ampliamente conocido que el Santo Padre cotidianamente celebra la Eucaristía en Casa Santa Marta y es posible conocer por los medios de comunicación el contenido de su homilía; no obstante, la fiesta de la Virgen de Guadalupe sería una ocasión muy especial, ya que la presidiría en la Basílica de San Pedro y concelebraría el Cardenal Norberto Rivera Carrera.
Previo a esta celebración se llevó a cabo el Santo Rosario del Amor Guadalupano, que es una forma del Rosario, en la que se meditan ocho misterios y que se reza cada mes en la Basílica de Guadalupe al caer la tarde y por el cerro del Tepeyac.
Inaugurado en 2010, se han convertido en una hermosa tradición en la Villa de Guadalupe. Así, dos basílicas unidas por una cadena. “Cadena, sí; pero cadena dulce. Así se manifiesta la relación con Dios que es Padre. Cadena ‘filial’, que nos pone en sintonía con María la ‘sierva del Señor’…”, como lo expresara San Juan Pablo II en la Rosarium Virginis Mariae.
Durante la Homilía de la Misa, el Papa Francisco se dirigió a los fieles rememorando algunos aspectos del mismo Nican Mopohua, pero haciendo hincapié en el cántico de María, el Magnificat, subrayando la importancia de la humildad, ya que Jesús mismo se alegró de que se le revelaran los secretos del Reino a los sencillos.
Por lo anterior, resaltó algunas de las características de los pueblos americanos, su interés por la dignidad humana, la pasión por la justicia, la solidaridad con los pobres y la esperanza a veces contra toda esperanza, lo que tiene gran relación con las bienaventuranzas.
Así, pidió la gracia tan cristiana de que futuro de América sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los perseguidos a causa del nombre de Cristo, porque de ellos es el Reino de los cielos. Sea la gracia de ser forjados por ellos a los cuales, hoy día, el sistema idolátrico, de la cultura del descarte los relega a la categoría de esclavos, de objetos de aprovechamiento o simplemente desperdicio. Y recordó que Jesús fue el gran descartado.
En la parte final de la Misa, el Canónigo Eduardo Chávez, experto en temas Guadalupanos, fue quien entregó, con honda emoción, la Rosa de Plata al Santo Padre, la rosa que recogía las esperanzas y dolores de los hombres y mujeres de América, ya que peregrinó por distintos países para tener su destino final en el Vaticano, a los pies de la “Morenita”, donde la colocó el Papa.
Para concluir el programa se ofrecieron conferencias sobre diversos temas del acontecimiento guadalupano, una de ellas impartida por el P. Chávez.
Que esta celebración tan completa anime a todos los pueblos, en especial a los del Continente Americano, “el continente de la esperanza”, a seguir adelante.
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