La fábula del águila infiel. Sexto mandamiento (2)

El Papa Francisco aborda el tema del fiel amor a Jesucristo, abordando la fábula “el águila y la zorra” como reflexión a la falta de amor.

 1) Para saber

Para completar su catequesis sobre el sexto mandamiento, el Papa Francisco quiso ahondar su reflexión subrayando la fidelidad como distintivo del verdadero amor. Y aunque prohíbe el adulterio para los esposos, al tratarse de una fidelidad en el amor, atañe a todos.

El modelo de un amor fiel es el de Jesucristo. El amor fiel de Cristo es la luz para vivir la belleza de la afectividad humana. Pero, ¿cómo se manifiesta el amor? Con la fidelidad, la acogida y la misericordia, dice el Papa Francisco.

2) Para pensar

La fábula “el águila y la zorra”, aunque dolorosa, afirma en su moraleja la necesidad de ser fiel a quien amas.

Érase una vez un águila y una zorra que vivían en el bosque y cada día se encontraban cuando iban a cazar. En poco tiempo se convirtieron en grandes amigas. El águila vivía en lo alto de un árbol y allí mantenía a sus polluelos. La zorra escarbó su madriguera junto a un matorral donde tuvo a sus crías.

Pero sucedió que hubo una gran escasez de comida. Y un día, mientras la zorra salió a buscar comida, el águila no contuvo la tentación y se lanzó al matorral para cazar a los cachorritos indefensos que subió al nido y se los comió junto a sus polluelos.

Cuando la zorra regresó le dolió profundamente la muerte de sus crías, y le nació el deseo de vengarse, pero no podía subir a lo alto del árbol.

Un día había un grupo de campesinos estaban sacrificando una cabra. El águila voló y arrancó una de sus vísceras, pero junto con ella se llevó pegada una paja encendida que no vio. Cuando la depositó en el nido, provocó un fuego que acabó con la vida de sus polluelos. Cuando cayeron del nido, allí estaba la zorra para comérselos delante de su madre.

La moraleja invita a no aprovecharse de unas circunstancias para faltar al amor debido.

3) Para vivir

San Pablo invita a los esposos a amar a sus esposas, así como Jesús amó a la Iglesia, es decir de una manera total, sacrificada e incondicional. Ese amor de Cristo, también lo ha de vivir cualquier persona, casada o no. Así, toda persona está llamada a vivir ese amor esponsal de Cristo para su Iglesia.

La persona infiel es inmadura, pues interpreta las situaciones según su propio bienestar y satisfacción. Por ello, los esposos ya no han de pensar en sí mismos, sino en los dos, y eso es un camino hermoso, es el camino del amor.

Cuando la persona sale de sí misma por amor, entonces todo acto se vuelve conyugal: al trabajar, hablar, decidir, se tiene una actitud acogedora y oblativa.

Toda criatura humana está destinada a amar y ser amada. Y ha de amar con su cuerpo y su alma. Por ello, el cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra llamada al amor, y en el amor auténtico no hay espacio para la lujuria, el pecado o su superficialidad. Así se entiende el significado completo de la sexualidad.

Se puede decir que toda vocación cristiana es conyugal. El sacerdocio, o la virginidad, por ejemplo, han recibido la llamada a servir a la comunidad con todo el afecto, el cuidado y la sabiduría que el Señor da, y no necesitan casarse para tener un amor pleno. Aman con toda la paternidad, la ternura, generosidad y la fuerza de un esposo y de un padre.

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